La historia de los orígenes de Roma se pierde entre las brumas de la leyenda. Sus humildes comienzos no debieron distinguirse mucho de los de tantas ciudades de la región del Lacio. Pero con el tiempo, los antiguos historiadores romanos pensaron que la ciudad escogida por los dioses para convertirse en dueña del mundo debía tener un origen heroico, que adornaron con infinidad de leyendas, muchas veces contradictorias entre sí, llenas de dioses y héroes mitológicos.
De
hecho, para los modernos investigadores resulta difícil distinguir
leyenda y realidad, porque a veces, inesperados descubrimientos
arqueológicos sacan a la luz las huellas de personajes y sucesos que
parecían meras invenciones legendarias.
Rómulo y Remo
Roma
fue fundada, según la leyenda, por dos hermanos gemelos, Rómulo y
Remo, en el mismo sitio donde una loba los cuidó y amamantó.
Acompañados de bandidos y vagabundos expulsados de sus propias
ciudades, decidieron fundar un nuevo asentamiento junto al Tíber.
Sin embargo, los dos hermanos no se ponían de acuerdo acerca del
lugar en que levantarían su ciudad. Remo prefería el promontorio
del Aventino, mientras que Rómulo se inclinaba por la colina del
Palatino. Así las cosas, decidieron dejar su disputa al arbitrio de
los dioses y -apostados cada uno en su colina-, se quedaron esperando
una señal de lo alto.
La
mañana del 21 de abril del año 753 a. C., Remo contemplaba el
limpio cielo primaveral desde la cima del Aventino cuando divisó
seis enormes buitres sobre su colina. Lleno de euforia, echó a
correr hacia Rómulo, para anunciarle su victoria. Sin embargo, en
ese mismo instante, una bandada de doce pájaros sobrevolaba el
Palatino. Seguro de su victoria, y sin esperar la llegada de su
hermano, Rómulo cogió un arado y comenzó a cavar el pomerium,
el foso circular que fijaría el límite sagrado de la nueva ciudad,
prometiendo dar muerte a quien osara atravesarlo.
Pero
Remo, enojado por su derrota, lo cruzó desafiante de un salto.
Obligado por el juramento que acababa de pronunciar, Rómulo dio
muerte a su hermano, que fue el primero en pagar con su vida la
violación de la frontera sagrada de Roma.
Rómulo
llamó Roma a este emplazamiento en honor a su hermano.
Esta leyenda encerraba para los romanos una halagüeña promesa: su ciudad sería perfecta y jamás tendría fin, como el foso que rodeaba el Palatino. Pero contenía también una oscura amenaza: la sombra del fratricidio sobre la que estaba fundada planearía como una maldición sobre Roma, en cuya historia abundaron los asesinatos y las Guerras Civiles.
En
los siguientes 1.000 años, la ciudad creció hasta llegar a ser el
corazón del imperio romano, pero en el año 330 de nuestra era y
tras siglos de dominación, el emperador Constantino transferió la
capital del imperio a Constantinopla. La antes todopoderosa Roma se
convertió en ciudad objeto de invasiones bárbaras. Más tarde,
durante la Edad Media, el Papado se instaló en Roma y en el siglo
XV, con el el Papa Nicolás V, se inició la restauración de la
ciudad, asemejándose de nuevo a su grandeza original.
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