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POR QUÉ EL ESTRÉS HACE QUE SALGAN CANAS


El mecanismo por el que el estrés vuelve el pelo blanco y salen canas nos dice mucho sobre los efectos del estrés en nuestro cuerpo.
Intuitivamente sabemos que es así. En solo ocho años de presidencia, Barack Obama pasó de tener unas pocas ganas a que su pelo se volviera totalmente gris. En una colaboración entre las universidades de Harvard y São Paulo, los científicos han descubierto el mecanismo por el que el estrés desactiva la coloración del pelo. El estudio ha sido publicado en Nature.
El primer sospechoso es el cortisol, la hormona del estrés. Pero trabajando con ratones modificados genéticamente que no podían producir cortisol, vieron que el estrés hacía que les salieran canas igualmente. Después intentaron comprobar si bajo estrés, el sistema inmunitario atacaba a las células que producen el pigmento en el folículo. De nuevo, los ratones sin sistema inmunitario se volvieron canos. La respuesta ha resultado estar en el sistema nervioso.
Cuando nace un nuevo pelo, dentro del folículo hay células madre. Algunas de ellas se convierten en melanocitos , células especializadas en producir el pigmento melanina, que da color al pelo.
El estrés activa el sistema nervioso simpático, haciendo que se liberen las hormonas adrenalina y noradrenalina. La noradrenalina fuerza a las células madre a convertirse en melanocitos en masa, pero poco después mueren todas. La próxima vez que nace un nuevo pelo, ya no quedan células madre que puedan producir más melanocitos, y el pelo nace sin pigmento.
El daño es permanente, no se puede reactivar la producción de pigmentos en los folículos. Sin embargo los científicos identificaron la proteína responsable, llamada quinasa dependiente de la ciclina (CDK). Esto abre la puerta para en el futuro encontrar, no solo una tratamiento que evite las canas, sino mucho más importante, uno que proteja a las células madre de los efectos del estrés en otros tejidos.
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TRINIDAD FELINA

Tres raros cachorros de león blanco, un macho y dos hembras, exploran su recinto en el zoológico de Magdeburgo, Alemania. Los jóvenes felinos, portadores de una mutación poco frecuente nacieron el pasado 11 de noviembre de 2019.



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ESTE ES EL ASPECTO QUE TIENE TU ADN EN 3D


Una nueva técnica microscópica permite visualizar la estructura interna del ADN en tres dimensiones y conocer qué genes están activos.
Los científicos han mirando el núcleo de nuestras células por microscopios desde finales del siglo XIX, pero realmente no conocíamos demasiado de cómo se organiza el espacio ahí dentro. Sabemos que los núcleos de cada una de nuestras células contienen espirales de ADN con 6.000 millones de pares de bases, y que si los pudiéramos desenrollar llegarían a tener dos metros de longitud. Es mucho material embutido en un núcleo de tan solo 10 micrones (la centésima parte de un milímetro).
El proyecto de decodificación del genoma humano nos permitió conocer cómo era la estructura química de esta larga ristra de bases, pero la estructura tridimensional todavía era un misterio. En el grupo de investigación de Xiaoliang Sunney Xie en Harvard se empleó un método de procesamiento de imagen que interpola la estructura de los cromosomas a partir de los datos combinados de miles de células. El resultado es una imagen del ADN en 3D de alta resolución de una única célula.
Conocer esta estructura con tanta precisión permite distinguir entre unos tipos y otros de células solo con mirar a sus núcleos, y saber qué características epigenéticas expresan (qué genes están «encendidos» o «apagados»). Esto permite mirar a las neuronas responsables del sentido del olfato de un ratón y conocer a qué olor en concreto responden, pero mucho más importante, sienta las bases para identificar y curar problemas de visión, alteraciones del sistema inmune y en el futuro, tratar el cáncer y editar genes individualmente. Por si fuera poco, los cromosomas son también muy bonitos.
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CONCURSO DE CUENTO INFANTIL “LA MAGIA DE LAS PALABRAS"


Para los más pequeños proponemos el concurso de cuentoLa magia de las palabras” con motivo de la próxima celebración de la XII Semana del Libro en la localidad. Aquí tienes las bases completas:


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CONCURSO DE RELATO ADULTO “LA MAGIA DE LAS PALABRAS”


Convocamos el concurso literario “La magia de las palabras” con motivo de la próxima celebración de la XII Semana del Libro en la localidad. Aquí tienes las bases completas:


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¿SABÍAS QUE…?


Buena compañía: La amistad mejora el sistema inmunitario.
La presencia de un amigo activa áreas del cerebro que permiten liberar hormonas relacionadas con el bienestar y otras sustancias que bloquean el paso a la desconfianza y a la ira. Una de ellas es la oxitocina, también presente en el enamoramiento y las relaciones sexuales. Según una investigación de la Universidad de California, el impacto de un amigo en la salud es mayor que el de la pareja. La amistad refuerza el sistema inmunitario, y es el mejor antídoto contra algunas patologías coronarias, la presión arterial alta y el colesterol.
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3 COSAS QUE TRASTORNAN TU RELOJ BIOLÓGICO


Seas trasnochador o madrugador, hay factores externos que afectan negativamente a tus ciclos de sueño y vigilia. Unos se pueden controlar y otros no.
Que tendamos a trasnochar o a despertarnos justo al alba depende en buena medida de la configuración genética de nuestro ritmo circadiano, es decir, el mecanismo interno que regula los ciclos de sueño y vigilia. Así lo corroboraron científicos de la Universidad de Leicester, en el Reino Unido, que a principios de 2015 identificaron hasta ochenta genes diferentes que determinan si tenemos un cronotipo de búho, esto es, que somos trasnochadores, o de alondra –madrugadores–.
En principio, esta diferencia no debería suponer ningún problema. Las dificultades aparecen porque "el ritmo de vida nos viene marcado desde fuera, y para muchas personas la llamada para empezar la jornada se produce varias horas antes de que su reloj interno anuncie que ha llegado el momento de despertarse", explica en Frontiers in Neurology Eran Tauber, coautor de la investigación. Y eso hace que las personas que están a tope entrada la madrugada pasen gran parte de sus mañanas sumidos en el letargo.
Pero además de la genética y los horarios laborales, ese ciclo personal es muy sensible a tres factores.

1. Cambio de hora invierno/verano

Científicos alemanes demostraron que el reloj biológico de las personas búho se queda estancado en el horario de invierno, mientras el de la vida real está adelantado. Y eso implica que el desajuste se acentúa drásticamente, con las consecuencias que acarrea para la salud.

2. Consumir mucho alcohol

Un estudio de la Universidad de Alabama, en EE. UU., reveló que el alcoholismo altera el ritmo circadiano del hígado. Esta adicción hace que se pierda el ciclo de la citocromo c oxidasa, enzima clave de la mitocondria que permite al hígado adaptarse a las demandas metabólicas. Sin ella, esta glándula enferma.

3. Comer grasa

Científicos de la Universidad Northwestern, en EE. UU., demostraron que la ingesta de alimentos hipercalóricos provoca un aumento del peso y al mismo tiempo interrumpe el ritmo circadiano. Es la pescadilla que se muerde la cola: eso hace que la ingesta aumente durante el tiempo en que se debería estar dormido o descansando, con lo que el riesgo de obesidad aumenta.
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CURIOSIDADES SOBRE LAS TORTUGAS


Las tortugas son reptiles con caparazones duros que las protegen de los depredadores. Se encuentran entre los grupos de reptiles más antiguos y primitivos, habiendo evolucionado hace millones de años. Viven en todo el mundo en casi todos los tipos de clima.
Según el Sistema Integrado de Información Taxonómica, el orden de las tortugas, Testudines (o quelonios), se divide en dos subórdenes, Cryptodira y Pleurodira, y luego se dividen en 13 familias, 75 géneros y más de 300 especies.
Aunque se les llama tortugas de forma general, podemos hacer dos grandes divisiones en: tortugas acuáticas y tortugas terrestres.
Las tortugas marinas han vagado por los océanos de la Tierra durante los últimos 110 millones de años. Representan un importante vínculo con los ecosistemas marinos, como los arrecifes de coral y las praderas de pastos marinos; (de hecho algunas tortugas marinas también comen grandes cantidades de medusas pues tienen boca y mandíbulas especialmente formadas para ayudarles a comer los alimentos que más les gustan). Pero las poblaciones de tortugas marinas han ido disminuyendo con el paso del tiempo. Miles de tortugas marinas son capturadas accidentalmente por artes de pesca cada año, y las playas de las que dependen para anidar están desapareciendo.
Seis de las siete especies de tortugas marinas que nadan en las aguas del planeta (laúd, la tortuga boba, la tortuga Kemp, la tortuga verde y la tortuga carey) se encuentran en todos los océanos, excepto en el Ártico y la Antártida. El séptimo, la tortuga plana, vive solo en las aguas alrededor de Australia.
Al igual que otros reptiles, las tortugas son de sangre fría. Muchas especies de tortugas pueden esconder la cabeza dentro del caparazón cuando son atacadas por depredadores. Pero no todas pueden hacerlo.
Siendo una de las cuatro principales familias de reptiles, junto con los
cocodrilos, lagartijas y serpientes y tuátaras, las tortugas han sido objeto de fascinación humana durante miles de años. Pero, ¿cuánto sabes realmente sobre estos reptiles? Te explicamos unas cuantas curiosidades sobre las tortugas, desde cómo evolucionaron estos vertebrados hasta por qué no es aconsejable mantenerlos como mascotas.
Las primeras tortugas
Las tortugas tienen una historia evolutiva profunda que se extiende a unos pocos millones de años antes de la Era Mesozoica, más conocida como la Era de los Dinosaurios. El ancestro Testudine más temprano es un lagarto llamado Eunotosaurus, que vivió en los pantanos de África hace 260 millones de años. Tenía costillas anchas y alargadas que se curvaban a lo largo de su espalda, una versión temprana de los caparazones de las tortugas posteriores. Durante las decenas de millones de años que siguieron, la Tierra fue el hogar de una serie de tortugas prehistóricas verdaderamente monstruosas, entre ellas Archelon y Protostega, cada una de ellas pesaba casi dos toneladas.
Se dividen en dos familias principales
La gran mayoría de las aproximadamente 350 especies de tortugas son Cryptodira, lo que significa que estos reptiles retraen sus cabezas directamente hacia sus caparazones cuando se sienten amenazados. El resto son Pleurodira, o tortugas de cuello lateral, que doblan sus cuellos hacia un lado cuando retraen sus cabezas. Existen otras diferencias anatómicas, más sutiles, entre estos dos subórdenes. Por ejemplo, las conchas de los criptodiros están compuestas por 12 placas óseas, mientras que los pleurodiros tienen 13, y también tienen vértebras más estrechas en sus cuellos. Las tortugas de Pleurodira están restringidas al hemisferio sur, incluidas África, América del Sur y Australia. Los cryptodiros tienen una distribución mundial y representan la mayoría de las especies conocidas de tortugas.
Tortugas marinas y terrestres
Podemos distinguir las tortugas entre marinas o acuáticas y terrestres. Entre las acuáticas hacemos otra división entre tortugas de agua dulce y tortugas marinas. Por lo general, solemos confundir estas especies debido a su aspecto, que es muy similar. Sí podemos decir que las tortugas marinas habitan tanto en el agua (ya sea salada o dulce) como en la tierra, que las tortugas de agua dulce son capaces de vivir tanto en agua dulce como en la tierra y las tortugas terrestres son exclusivas de la tierra. Como curiosidad, las tortugas acuáticas suelen tener las patas aplanadas y palmeadas para poder nadar mejor.
¿Cuál es el tamaño promedio de una tortuga?
Con tantos tipos diferentes de tortugas, no existe un tamaño promedio que poder ofrecer. La especie de tortuga marina más grande es la tortuga laúd. Su peso es de 272 a 680 kilogramos y mide alrededor de 139 a 160 centímetros de largo, de acuerdo con la World Wildlife Federation (WWF). La tortuga de Galápagos crece hasta 183 cm de largo y pesa hasta 260 kg. La tortuga de agua dulce más grande de América del Norte es la tortuga cocodrilo. Puede crecer hasta 80 cm de largo y pesar hasta 91 kg. La tortuga de caparazón blando gigante Yangtzé es la tortuga de caparazón blando más grande. Mide hasta 1 metro de ancho y pesa hasta 140 kg. Es una especia muy rara que lleva muchos años en peligro de extinción y cuya última hembra murió en abril de 2019. El ejemplar, de más de 90 años, murió después de un intento de inseminación artificial.
¿Cuál es la tortuga más pequeña que existe?
Una de las tortugas más pequeñas es la tortuga del cabo moteada. Su caparazón es 7,9 centímetros de largo y pesa alrededor de 142 gramos. Pero, como hemos comentado antes, el tamaño no es un indicador muy confiable para determinar la especie de la tortuga, pues existen variaciones en cada categoría.
¿Cuánto tiempo viven las tortugas?
Como regla general, los reptiles de movimiento lento con metabolismo de sangre fría tienen una vida más larga que los mamíferos o aves de tamaño similar. Incluso una tortuga relativamente pequeña puede vivir durante 30 o 40 años, y una tortuga de Galápagos puede llegar fácilmente a la marca de 200 años. Si logra sobrevivir hasta la edad adulta (y la mayoría de los bebés tortuga nunca tienen la oportunidad, ya que son devorados por los depredadores inmediatamente después de la eclosión), una tortuga será invulnerable para la mayoría de los depredadores gracias a su caparazón.
¿Cuánto tiempo viven las tortugas marinas?
La documentación real de la edad de cualquier especie de tortuga marina es difícil. Lo que sí sabemos es que las tortugas marinas viven mucho tiempo (algunas pueden vivir hasta 50 años o más) y tienen vidas similares a las de los humanos. La mayoría de las tortugas marinas tardan décadas en madurar (entre 20 y 30 años) y continúan siendo reproductivas durante otros 10 años.
¿Dónde viven las tortugas?
Las tortugas son animales que se adaptan muy bien a casi todos los entornos y se pueden encontrar en todos los continentes, excepto en la Antártida. La mayoría de las especies de tortugas se encuentran en el sureste de América del Norte y el sur de Asia. Sólo cinco especies viven en Europa.
Dónde ver tortugas marinas
Las tortugas marinas se pueden encontrar en el Triángulo de Coral, un área que incluye las aguas de Indonesia, Malasia, Filipinas y Papua Nueva Guinea; África oriental costera; el arrecife mesoamericano en el caribe; las islas galápagos; y el golfo de california.
¿Las tortugas son sordas?
Las tortugas no tienen orejas, pero no son sordas. Las aletas delgadas de la piel recubren los huesos internos del oído, que reciben vibraciones y sonidos de baja frecuencia. Debido a que sus caparazones proporcionan un alto grado de protección, las tortugas no han desarrollado las capacidades auditivas avanzadas de otras especies como ñus y antílopes.
¿Las tortugas lloran?
A veces lloran, pero no porque estén tristes. Las tortugas marinas tienen glándulas que ayudan a vaciar el exceso de sal de sus ojos, por lo que parece que están llorando, pero no solo están haciendo una limpieza muy necesaria.
¿Qué comen las tortugas?
La mayoría de las tortugas son omnívoras, lo que significa que comen una mezcla de presas y vegetales. Las opciones de carne incluyen grillos, gusanos de harina o peces pequeños de colores (algunas hasta medusas). Las opciones de plantas incluyen verduras de hojas verdes oscuras como la col rizada o las hojas de col en general.
A las tortugas les encanta viajar
Con las tortugas acuáticas no cabe duda de ello. Poniendo el ejemplo de la tortuga laúd, la tortuga marina más grande del mundo -que como hemos dicho puede llegar a medir hasta 2 metros de largo-, son buzos profesionales, tienen la capacidad de sumergirse a más de 900 metros. Estas tortugas anidan en las playas tropicales, pero pueden migrar hacia el norte hasta Canadá durante el resto del año. De hecho, pueden viajar más de 16.000 kilómetros cada año.
Medusas y plástico
Para las tortugas marinas, las medusas son ultra deliciosas. Las tortugas laúd y las tortugas carey se alimentan fundamentalmente de medusas y mantienen también las poblaciones de estos seres gelatinosos bajo control. El plástico se parece a las medusas cuando está flotando en el agua y este es el motivo por el que muchas tortugas mueren por ingerir plástico...
¿Cuánto tiempo pueden estar bajo el agua?
Las tortugas marinas pueden aguantar la respiración durante bastante tiempo. Las tortugas marinas verdes, por ejemplo, pueden permanecer bajo el agua hasta cinco horas, pero sus inmersiones de alimentación generalmente duran solo cinco minutos o menos. ¿Cómo pueden hacerlo? Pueden aguantar la respiración durante cinco horas bajo el agua y para lograr esta gran hazaña, disminuyen su ritmo cardíaco hasta nueve minutos entre los latidos del corazón para conservar el oxígeno (sí, un latido cada nueve minutos).
Cómo distinguir el género de una tortuga
Sin tocarla, puedes distinguir el género de una tortuga por el ruido que hace. Así de simple: los machos gruñen y las hembras silban.
El caparazón está unido de forma segura al cuerpo
Puedes olvidarte de todos esos dibujos que viste de niño cuando veías cómo una tortuga saltaba desnuda de su caparazón y luego se sumergía dentro al verse amenazada. El hecho es que el caparazón, está bien sujeto a su cuerpo. La capa interna del mismo está conectada al resto del esqueleto de la tortuga por varias costillas y vértebras. Los caparazones de la mayoría de las tortugas, marinas o terrestres, están compuestos de "escudos" o capas duras de queratina, la misma proteína que está presente en las uñas humanas. Las excepciones son: las tortugas de caparazón blando y las tortugas laúd, cuyos caparazones están cubiertos de piel gruesa. Este caparazón se desarrolló como un medio de defensa evolutivo contra los depredadores.
¿Todas las tortugas hibernan?
No todas las tortugas hibernan, pues lo hacen según la temperatura exterior, así que las especies que habitan en climas fríos hibernan cuando el exterior alcanza los 10 ºC. La sangre de las tortugas en hibernación actúa como anticongelante, lo que les permite tolerar temperaturas frías.
¿Las tortugas tienen dientes?
Más bien lo que tienen es una especie de pico parecido al de los pájaros. Estas dos familias de vertebrados comparten este importante rasgo común: están equipadas con picos y carecen por completo de dientes. Los picos de las tortugas carnívoras son agudos y acanalados. Pueden causar graves daños en la mano de un humano desprevenido, mientras que los picos de las tortugas y tortugas herbívoras tienen bordes serrados ideales para cortar plantas fibrosas. En comparación con otros reptiles, las mordeduras de tortugas son relativamente débiles. Sin embargo, la tortuga caimán de América puede atacar a su presa con una fuerza de más de 300 kilogramos por 12 centímetros cuadrados, casi igual que un macho humano adulto.
¿Sabías que las tortugas también han viajado al espacio?
La Unión Soviética envió en una ocasión a dos tortugas al espacio. La nave Zond 5 llevaba una carga de moscas, gusanos, plantas y dos tortugas supuestamente muy desorientadas. Rodeó la luna una vez y regresó a la Tierra, donde se descubrió que las tortugas habían perdido el 10% de su peso corporal, pero que por lo demás estaban sanas y activas.
¿Por qué las tortugas marinas están en peligro de extinción?
Casi todas las siete especies de tortugas marinas están clasificadas como en peligro de extinción, y esto se debe principalmente a la actividad humana. La captura accidental por artes de pesca, que a menudo resulta en la muerte, es la mayor amenaza para la mayoría de las tortugas marinas. También son asesinadas por sus huevos, carne, piel y caparazón y sufren de caza furtiva y sobreexplotación. El cambio climático también afecta a las playas de anidación de tortugas marinas y los huevos.
¿Cuántos huevos ponen a la vez las tortugas marinas?
En una sola temporada de anidación, las hembras ponen entre dos y seis nidos de huevos, cada uno conteniendo unos 65-180 huevos; estos se colocan aproximadamente cada dos semanas, y el período entre la temporada de anidación de las hembras varía de uno a nueve años. La temperatura determina el sexo de la tortuga. Los nidos más cálidos producen crías hembras y los nidos más fríos, machos. Ninguna especie de tortuga nutre a sus crías.
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TU CEREBRO CUÁNTICO


Algunos investigadores sostienen que nuestra capacidad de razonar, interpretar e imaginar solo pueden explicarse satisfactoriamente si tales fenómenos cognitivos se basaran en procesos cuánticos. Es más, hay expertos que mantienen que el funcionamiento de nuestro cerebro se ajusta como un guante a los principios de la física de lo diminuto.
Adentrarnos en el mundo de la mecánica cuántica es aceptar desde el principio que tratamos con una materia muy difícil de comprender. Formulada para explicar el mundo de lo muy pequeño –partículas subatómicas que no vemos ni, seamos honestos, entendemos bien–, esta disciplina de la física recurre a formalismos matemáticos extremadamente enrevesados que, en ocasiones, describen fenómenos que no parecen tener lógica.
Como consecuencia, es un campo en el que prosperan todo tipo magufadas, teorías new age, terapias alternativas, pseudomedicinas y explicaciones delirantes para todo tipo de portentos cuyo funcionamiento aún se nos escapa. Por ello, cuando descubrimos que existen neurobiólogos y psicólogos que tratan de explicar la consciencia humana –uno de los grandes misterios de la ciencia– a partir de distintos tipos de interacciones cuánticas, es normal que salten todas las alarmas.
La última década, en concreto, no ha sido fácil para la psicología. Acusada de falta de rigor científico y con una cantidad inconmensurable de estudios imposibles de reproducir –una condición indispensable para que se les otorgue credibilidad–, esta disciplina ha sufrido lo suyo. Y aun así, un grupo cada vez más nutrido de investigadores está convencido de que solo podemos explicar lo que nos pasa por la cabeza si “bajamos al mundo cuántico”. Para estos expertos, el menor de nuestros pensamientos, el raciocinio que subyace tras una toma de decisiones, las asociaciones de ideas que nos permiten interpretar el mundo que nos rodea, las reflexiones que pueblan nuestra mente e incluso la imaginación son procesos que no se ajustan a los principios de la lógica clásica, sino que son de naturaleza cuántica. De ser cierto, tal planteamiento podría revolucionar todas las ciencias y el saber humano, desde la economía hasta la sociología.
No es la primera vez que una disciplina ajena a la física coquetea con este asunto. En los años 80 del siglo pasado, el célebre cosmólogo británico Roger Penrose –del que hablaremos después– ya postuló que nuestro encéfalo se comporta como un ordenador cuántico. Los psicólogos, sin embargo, no se centran tanto en las posibles bases neurofisiológicas de este fenómeno.
Jerome Busemeyer, uno de los pioneros en este campo, es taxativo al respecto: “No afirmamos que el cerebro sea una computadora cuántica; en realidad, lo que hacemos es emplear procesos cuánticos para describir fenómenos cognitivos”, señala. Dicho de otro modo, y tal como explicó este mismo experto en psicología matemática de la Universidad de Indiana (EE. UU.), a la revista Science & Vie, cuando se habla de psicología cuántica no nos estamos refiriendo al funcionamiento biológico de las neuronas, sino al modo en que nuestro encéfalo procesa la información para, en última instancia, construir los pensamientos.

Pero ¿qué es lo que diferencia esta novedosa aproximación de las posturas más convencionales?

Ilustrémoslo con un ejemplo. Nos encontramos en un restaurante y el camarero nos pide que elijamos entre tomar agua o vino. Según la psicología clásica, nuestra opinión sobre el tema está perfectamente definida en todo momento, incluso si nos enfrentamos a un dilema y no sabemos bien qué nos apetece beber. Tomar una decisión depende solamente de definir nuestra preferencia al respecto. Sin embargo, según la psicología cuántica, en nuestro cerebro no existe una única respuesta a la pregunta, sino que se dan todas a la vez –una superposición de estados–. Esto es, nos sentimos atraídos por el agua y seriamente tentados por el vino –aunque tengamos que conducir–, exactamente en la misma medida; vacilamos perfectamente entre ambas cosas. ¿Confuso? No es para menos.
De hecho, hay investigadores que sostienen que solo la mecánica cuántica logra explicar la complejidad de la mente humana y que únicamente teniéndola en cuenta pueden aclararse ciertos resultados experimentales que, de otro modo, no tendrían sentido. Existen multitud de ensayos en los que nuestra sesera parece desafiar la lógica clásica, y su número aumenta a medida que más expertos se interesan por este campo. Uno de ellos, llevado a cabo en la década de los años 90, consiste en un juego de dados. En él, se indica a los jugadores que tienen un 50 % de probabilidades de ganar 200 euros y un 50 % de perder 100. Se lanzan los dados y se pregunta a los participantes si quieren volver a jugar, aunque solo a algunas personas se les informa del resultado de su primera tirada.
Pues bien, alrededor del 70 % de aquellos a los que se les había dicho que habían ganado la primera vez decidieron repetir. El 60 % de los individuos a los que se les había indicado que habían perdido también quisieron hacerlo de nuevo. Solo el 35 % de aquellos a los que no se les dijo nada lo hicieron. Según la lógica clásica, este último porcentaje debería haber sido la media de los dos primeros, pero no lo es. Para los expertos, estos resultados son consistentes con la metodología cuántica.
Según explica en las páginas de Science & Vie el psicólogo Peter Bruza, de la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia), “el participante que no sabe si ha ganado está en un estado de superposición. Puede haberse impuesto la primera vez o puede haber perdido. Un término de interferencia se añade a las probabilidades clásicas, lo que modifica su decisión y encaja perfectamente con los resultados experimentales [en la teoría cuántica, el concepto de interferencia viene a decir que las partículas se encuentran en varios lugares a la vez, hasta el punto de que pueden cruzar su propia trayectoria y obstruirla]”.
En la misma dirección apunta otro experimento diseñado por el mencionado Busemeyer junto con los psicólogos Timothy Pleskac y Peter Kvam, que se conoce como la prueba de los puntos en movimiento. Esta consiste en observar unos puntos en una pantalla. La mayoría se mueve al azar y un pequeño porcentaje está programado para hacerlo en idéntico sentido. A unos voluntarios se les indica que decidan si se desplazan más hacia la derecha o hacia la izquierda y que evalúen su grado de certeza; a algunos, se les pide su opinión a mitad del test.
El resultado, publicado en la revista Proceeding of the National Academy of Sciences (PNAS), muestra que de nueve personas que participaron en 25.000 ensayos, las que se vieron forzadas a tomar una decisión a mitad del ensayo tuvieron menos confianza en su juicio que las demás.
Para los responsables de la prueba, este dato demuestra que nuestras opiniones no se encuentran siempre en un estado bien definido –como establece el modelo clásico–, sino que están en superposición y que se reducen a una sola durante el proceso de toma de decisiones. De esa forma, cuando este tiene lugar a mitad del experimento, la respuesta se transforma, lo que afecta al resultado final.
Según el modelo cuántico, quienes no se han visto forzados a elegir en un momento intermedio tienden a tomar decisiones de forma más clara; es decir, la susodicha elección intermedia interfiere con el juicio posterior. Para los expertos, el ensayo también demuestra que vivimos en estados mentales superpuestos. Pero, además de superponerse, ¿pueden nuestros pensamientos entrelazarse, tal como ocurre con las partículas en el mundo cuántico? Para estudiar si esta peculiaridad se manifiesta en nuestra mente, se ideó el denominado test de los champiñones. En esencia, este consiste en responder tres preguntas aparentemente sencillas: ¿es un champiñón una fruta?, ¿es una verdura? o ¿es una fruta o una verdura?
Los resultados obtenidos en los años 80 por el psicólogo James Hampton revelaron que nadie consideraba que el champiñón fuese una fruta. Uno de cada dos encuestados, sin embargo, contestó que era una verdura, pero el 90 % señaló que “era una fruta o una verdura”. Es decir, la inmensa mayoría consideraba que debía ser una de esas dos cosas, un resultado que, según Diederik Aerts, físico teórico de la Universidad Libre de Bruselas (Bélgica), revela que nuestros pensamientos pueden entrelazarse: ante la ambigüedad, la categoría “frutas o verduras” no se reduce a la suma de sus dos subcategorías.
El que probablemente es el experimento más antiguo en el que se ha intentado introducir la mecánica cuántica se basa en el denominado cubo de Necker. El cristalógrafo suizo Louis Albert Necker mostró esta ilusión óptica en 1832. Como su nombre indica, se trata de un cubo, dibujado con trazos lineales, pero de un modo muy peculiar: el observador puede determinar que su lado frontal es el lado superior derecho, pero también el lado inferior izquierdo. Se trata de una figura ambigua que, según los psicólogos cuánticos, es posible interpretar alternativamente de una manera u otra, una muestra de lo que se conoce como percepción biestable.
Este concepto, propuesto por Harald Atmanspacher y Thomas Filk, viene a señalar básicamente que la percepción es una oscilación entre dos estados inestables, un sistema dinámico bien conocido por los físicos cuánticos. Según estos científicos, es incluso posible deducir la velocidad a la que se capta cada estado del cubo –treinta milisegundos– y el periodo en el que oscila la percepción –tres segundos–.
Otro fenómeno que parece tener fundamentos cuánticos es nuestro sentido del humor, un asunto en el que se dan procesos cognitivos muy complejos para el cual resulta igualmente muy difícil crear modelos. De hecho, se trata de una de las capacidades más flexibles de la mente humana. Sin embargo, según un experimento llevado a cabo por Liane Gabora y Kirsty Kitto, de las universidades de Columbia Británica, en Canadá, y tecnológica de Queensland, en Australia, respectivamente, las bases del humor se sostienen en fórmulas matemáticas de la teoría cuántica. Tomemos, por ejemplo, esta frase en inglés: “Time flies like an arrow; fruit flies like bananas”. En castellano, se traduce así: “El tiempo vuela como una flecha; a la mosca de la fruta le gustan los plátanos”. Este dicho, famoso para los psicólogos angloparlantes que estudian nuestro ingenio, representa a la perfección una característica intrínseca del humor: la mencionada ambigüedad.
La cuestión es que las palabras flies y like tienen dos acepciones distintas. Flies puede significar ‘vuela’ y ‘mosca’; también es posible entender like como ‘gustan’ y como ‘como’. Por ello, entran en conflicto en la mente del lector, un fenómeno que, según los expertos, es la clave del humor.
Por separado, las dos frases anteriores no tienen gracia. Solo adquieren las características de un chiste cuando el significado de la primera choca con el de la segunda. En este caso, el cerebro asimila primero que el tiempo vuela (flies) como (like) una flecha. Después, al leer la segunda frase, cae en una lectura errónea, hasta que asimila de golpe que a las moscas de la fruta (flies) les gustan (like) los plátanos. Para las autoras de este estudio, el conflicto necesario para que surja el humor obliga al cerebro a contemplar ambos significados de la segunda frase a la vez. O sea, debe encontrarse en un estado de superposición cuántica. De la misma forma que una superposición entre partículas colapsa cuando se mide y el objeto en cuestión adquiere una única posición, el hecho de entender un chiste se debe a que el cerebro opta por una de las posibles interpretaciones de la frase, lo que resuelve el conflicto.
Esta especie de pensamiento dual es compatible con los formalismos matemáticos de la física de lo muy pequeño, pero ¿podría nuestro órgano pensante ser en realidad un auténtico ordenador cuántico? ¿Cuáles son las bases neuronales que le permitirían funcionar como uno de esos ingenios?
Hace más de 30 años que Roger Penrose y Stuart Hameroff presentaron su teoría cuántica de la consciencia. Para Penrose y su colega, psicólogo de la Universidad de Arizona (EE. UU.), unas minúsculas unidades del citoesqueleto celular conocidas como microtúbulos actuarían como canales de transferencia de información cuántica. Serían, por lo tanto, las responsables de que se manifieste la consciencia humana.
A pesar de los complejos cálculos desarrollados por Penrose para sostener esta hipótesis, carece de pruebas fehacientes que la avalen, y la comunidad científica la ha considerado como algo sumamente especulativo. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, cada vez que se descubre la implicación de fenómenos cuánticos en sistemas vivos –algo que sucede en la fotosíntesis, el funcionamiento de las enzimas, el olfato o el sistema de orientación biológico que utilizan ciertas especies de aves en sus migraciones–, alguien se acuerda de mencionar la propuesta de Penrose y Hameroff.
Lejos de pensar que su trabajo tuviera algo que ver con todo ello, un grupo de investigadores, del que forma parte el científico español David López, de la Universidad de Varsovia (Polonia), se topó con lo que se podría considerar como la primera prueba de la existencia de fenómenos cuánticos en el cerebro humano. López y sus colegas pretendían estudiar el ruido que se da en nuestro órgano pensante en reposo –una característica innata del mismo–, que desaparece cuando se activan las conexiones neuronales. “Medir el ruido puede servir para cuantificar efectivamente cómo se activan diferentes zonas del cerebro o limpiar la señal de una resonancia magnética, por ejemplo”, nos comenta cuanto le preguntamos por la utilidad de sus experimentos.
Mientras trabajaban con una pequeña zona del encéfalo, los científicos encontraron una señal que, sorprendentemente, se parecía mucho a un electrocardiograma. “Detectamos un pico para cada latido, pero no podíamos explicar las observaciones recurriendo a la física clásica”, explica López. Llegados a este punto, los expertos pensaron que tendrían que adentrarse en el complejo mundo de la cuántica. “Teníamos muy claro que nos encontrábamos ante una señal que medía la interacción de la actividad cerebral en reposo con la entrada de la señal cardiaca, y que era necesario un punto de vista cuántico para explicarlo”, comenta el investigador. Este nos cuenta que las cosas se pusieron aún más interesantes cuando compararon los resultados observados en un grupo de personas de más de sesenta y cinco años y en otro de individuos más jóvenes, de entre dieciocho y treinta. “Esa relación entre la señal cerebral y la cardiaca, que veíamos en estos últimos, desaparecía con la edad”, explica. “No obstante, es cierto que tanto a nivel cardiaco como cerebral hay un declive, y eso puede afectar a esta interacción”, señala López.
Todo se precipitó cuando el equipo descubrió que uno de los voluntarios se había quedado dormido a mitad de la prueba. “Cuando analizamos los datos del escáner de esa persona en concreto vimos que al principio había una señal perfectamente síncrona y claramente cardiaca, pero a medida que avanzaba la prueba iba desapareciendo, para volver a aparecer justo al final —nos relata —. De ahí nos vino la idea de que puede ser una señal sensible a los cambios de consciencia”. Y añade: “En un estado de alerta, esto es, mientras permanecemos despiertos, tanto el corazón como el cerebro deben actuar de una manera coordinada.
Pero cuando ese estado cambia y entramos en una fase de sueño, la sincronía se rompe y la señal varía y pasa a ser más ruidosa. Analizamos todas las posibles opciones a la hora de explicar estos resultados y, para nosotros, lo único que tiene sentido es que estemos hablando de una coherencia cuántica. Si ese objeto que queremos medir —en nuestro caso, la señal que obtenemos y relacionamos con la consciencia— se separa en varias ondas, puede haber un momento en que estas interfieran y produzcan la señal”, aclara López.
Los investigadores aseguran que cuentan con muchos indicios de que se trata de un efecto cuántico. “Es un fenómeno muy sensible al movimiento —indica este experto—. Necesitamos condiciones de calma para medirlo. Basta con que el voluntario se mueva en el escáner para que la señal se distorsione. Además, hemos demostrado que el pico de la señal –lo que hace que se parezca a un electrocardiograma– no se puede explicar por las leyes de la física clásica”. Aun así, para López, la hipótesis postulada por Penrose y Hameroff sigue siendo muy discutible. Sin embargo, no niega que sus mediciones puedan ser utilizadas para respaldar la idea de una cierta consciencia cuántica, un soplo de aire fresco en un campo de investigación que, a pesar de ser sumamente controvertido, nunca ha dejado de llamar la atención de los científicos.
David López nos cuenta que cuando Hameroff leyó el borrador de su artículo se puso en contacto con su equipo para comentar durante un encuentro los avances que se han ido dado en este terreno en los últimos tiempos, entre ellos, los impulsados por Matthew Fisher, un físico teórico de la Universidad de California, en Santa Bárbara, que se cuenta entre los más entusiastas defensores de las tesis de Penrose y el propio Hameroff. Fisher lidera en estos momentos un macroestudio conocido como The Quantum Brain Project o QuBrain. Este proyecto, en el que la fundación Heising-Simons ha inyectado 1,2 millones de dólares, tiene por objeto estudiar desde distintos ángulos la hipótesis del cerebro cuántico. La idea es tratar de dar con la prueba definitiva que relacione los fenómenos de la física de lo muy pequeño con la consciencia humana, dos cosas que, a decir verdad, comparten una complejidad maravillosa.
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