Se
suele considerar que el impacto de esta obra teatral impuso el
Romanticismo como corriente literaria en España.
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El
estreno de Don
Álvaro
fue anunciado en la prensa con notable anticipación y una mezcla de
expectación y crítica (por entonces, el
panorama literario español seguía dominado por el Neoclasicismo).
A esta fama previa contribuyó, sin duda, la del propio duque de
Rivas, héroe de la Guerra
de Independencia contra las tropas de Napoleón
y destacado liberal, que acababa de regresar del exilio tras la
muerte de Fernando
VII.
A pesar de su impacto, la obra no fue exactamente un gran éxito: se
mantuvo en cartel durante once representaciones –no era una mala
cifra en la época, pero tampoco excepcional– y en la reacción del
público y los críticos hubo de todo: entusiasmo en unos, asombro en
otros y también violentos rechazos.
Pero
la semilla del Romanticismo quedó plantada con este acontecimiento
teatral, y pronto las obras de
autores adscritos a dicha corriente
–como el poeta José
de Espronceda,
el periodista y narrador Mariano
José de Larra,
el costumbrista Mesonero
Romanos
o el dramaturgo José
Zorrilla–
conocieron una creciente popularidad entre los lectores españoles.
Fue una etapa históricamente breve, antes del auge del Realismo,
pero que aún tendría epígonos tardíos de la importancia de
Gustavo
Adolfo Bécquer
o Rosalía
de Castro.
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