
Los
pictogramas e ideogramas tienen muchas limitaciones, entre otras su
imposibilidad de representar ideas abstractas si no es a través de
signos esquemáticos previamente asociados a un valor fonético. Por
ejemplo, el
dibujo del Sol en Egipto servía, pues, para representar al astro rey
de nuestro sistema planetario, pero también al dios solar, Ra, y
para escribir la primera parte del nombre del faraón Ramsés;
otras ideas o conceptos son más difíciles de identificar, pues a
veces se empleaban los mismos signos para varias ideas similares si
éstas se pronunciaban igual. Así comenzó la
evolución hacia formas de escritura donde se buscaba la
identificación de un sonido con un signo concreto.
De esta forma surgieron los sistemas silábicos, donde cada palabra
se descomponía en sílabas y cada una de ellas estaba claramente
marcada con su signo correspondiente. Es el caso, por ejemplo, de las
escrituras del mundo mesopotámico (el sumerio del II milenio,
representado con los signos cuneiformes), la cultura minoica
(el
llamado “lineal A” de Creta, del 2000 al 1500 a.C.), del mundo
micénico (el “lineal B”, una forma primitiva del griego antiguo,
propio del Bronce Final en el Egeo, del 1600 al 1100 a.C.) o el
silabario chipriota de los primeros siglos de la Edad de Hierro en el
Mediterráneo oriental.
El
reino del alfabeto
Paralelamente,
por estas fechas (hacia el 1500 a.C.), en Canaán (Palestina), sus
habitantes habían ideado el sistema perfecto para representar
gráficamente el lenguaje:
es
el denominado “alfabeto”, que sigue siendo el sistema que aún
seguimos empleando en la mayor parte de las escrituras del mundo
moderno,
compartiendo espacio con otras, como la pictográfica de China o de Japón,
por citar las más conocidas.
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