El dicho popular “pasar una noche toledana” (hace referencia a cuando se
ha pasado mala noche y no se ha podido dormir), tiene su origen en un
hecho ocurrido en Toledo en el año 797, siendo emir de Córdoba Al-Hakam I
(nieto de Abd al-Rahman I).
Los toledanos siempre han sido un pueblo rebelde e insubordinado contra sus opresores y siempre trataron de vivir con cierta independencia.
Los toledanos siempre han sido un pueblo rebelde e insubordinado contra sus opresores y siempre trataron de vivir con cierta independencia.
Al-Hakam I decidió acabar con esa “rebeldía” por la vida más rápida y sanguinaria. Mandó un nuevo gobernador, Amrus, a Toledo para llevar a cabo sus planes. Las órdenes del nuevo gobernador era hacerles creer que gobernaría con independencia y aceptaría sus reivindicaciones. Su meta, ganarse su confianza.
Amrus llegó con buenas palabras y fue un buen gobernador hasta que los nobles toledanos se confiaron y el plan de Al-Hakam comenzó a tomar cuerpo.
Con la excusa de la llegada del príncipe heredero al trono de Córdoba, Abd al-Rahman II, Amrús invitó a toda la nobleza a su residencia para agasajar con un banquete la visita del heredero. Los nobles, confiados, se pusieron sus mejores galas y allí se presentaron. La guardia personal del príncipe esperaba tras una puerta por donde iban entrando, uno a uno, los nobles de Toledo. Tras la puerta les esperaba un foso, cavado para tal propósito, donde eran arrojados tras ser degollados. Fueron degollados muchos (unas crónicas hablan de cientos, otras de miles) hasta que alguien grito:
¡Toledanos, es la espada, voto a Dios, la que causa ese vapor (de la sangre) y no el humo de las cocinas!
Los que todavía no habían entrado pudieron escapar, pero Al-Hakam I consiguió sus objetivos y Toledo se calmó durante muchos años.