EDGAR ALLAN POE: el aniversario de su nacimiento



Ya hace 206 años que nació en Boston Edgar Allan Poe, narrador, poeta y crítico, que es sino el origen, una de las primeras luminarias de lo que consideramos literatura fantástica, policíaca, de horror, poesía simbolista y además sugestiva crítica racionalista… Un genio que rozó múltiples patologías (terminando en una dipsomanía alucinatoria), que se casó con su prima Virginia, quien el día de la boda –en mayo de 1836- tenía 13 años tan sólo. Pero parece que estas cosas estaban mejor vistas que ahora, recordemos que la famosa Leonor de nuestro Antonio Machado,la chiquita soriana, tenía 15… Pero la fama de genio universal que sigue merecidamente rodeando a Poe (que fallece en Baltimore en 1849, poco después de cumplidos los 40, tras un “delirium tremens”) tiene una pequeña sombra en su poesía y para los anglosajones. Los críticos ingleses siempre han hallado floja –de fácil campanilleo- la poesía de Poe. Siendo verdad, además, que otros aún concediéndole méritos, ven a Poe como un producto europeo, fruto de la famosa traducción que hizo de su obra al francés, Baudelaire, nada menos.

La cuidada y sonora traducción de los poemas de Poe que publicó en 1942 un posmodernista argentino, Carlos Obligado merece mencionar: “Abrazar a la áurea virgen/ que aquí en vano he de nombrar!/ ¡ La que se oye “Leonora”/ por los ángeles nombrar!”/ Dijo el Cuervo: “Nunca más”. Lo curioso (y ahí empieza otro Poe, dentro de muchos) es que su autor no presentó el poema como un rapto romántico-tenebrista, sino que en su célebre ensayo –y primero conferencia- “Filosofía de la composición” (texto que naturalmente maravilló a Paul Valèry) presentaba la génesis poética de El cuervo y sus artificios retóricos, como un premeditado esquema de álgebra matemática compositiva: ¿Romanticismo? Ninguno. Se crea o no, la teoría es altamente seductora. Quien inventó los horrores de La barrica de amontillado, La caída de la casa Usher, William Wilson, El corazón delator e incluso al refinado investigador privado parisino “monsieur” Dupin (el claro antecedente de Sherlock Holmes y de tantos detectives posteriores) en el relato Los crímenes de la calle Morgue sólo puede ser considerado un alto genio. Tal vez más europeo que norteamericano, porque Whitman aún no había descubierto del paisaje y el nuevo espíritu de América, pero un indiscutible genio, lleno de hermosa escritura y de ideas inquietantes, que el cine ha utilizado a menudo. No es casual (no puede serlo) que la traducción canónica que hoy seguimos usando de Poe al español –hay otras- sea la del gran narrador argentino Julio Cortázar, que realizó una labor encomiable, sin duda porque se sintió vecino a aquel hombre de Boston, cuya vida fue terrible y desordenada, pero en cuyos brillos mesméricos y alucinatorios, vio fúlguras y sombras que pocos han vuelto a ver.

Lo que vuelve a plantear una pregunta (de raíz aristotélica) que nunca se ha respondido del todo, pese a tantos libros saturnianos sobre ella: ¿Está la melancolía, la bilis negra, y cuanto puede comportar, ligada irremediablemente con muchas formas del genio?

La grandeza de Poe (que es necesario celebrar) afirma que sí. Parnasiano, simbolista, futurista y gótico en todas sus vetas, Poe fue terrible, pero traumáticamente genial.
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