Esta
expresión significa que con la
oscuridad de la noche o la falta la luz, resulta fácil disimular las
tachas de lo que se vende, no se perciben los defectos de quien se
presenta o no se distinguen los colores, lo que nos lleva a la idea
clave de las apariencias.
El
origen de esta expresión no está muy
confirmado, sin embargo existe una versión que la ubica hace varios
siglos atrás, cuando la actual metrópoli de Madrid era una gran
aldea, a sus habitantes se los llamaba vulgarmente gatos. Como por
las noches la iluminación era muy precaria, no resultaba para nada
sencillo distinguir a un poblador de otro.
De
dicha circunstancia nace la frase de marras, apelando al color pardo
que toman muchas cosas (entre ellas los felinos) cuando ya no hay luz
solar que permita diferenciar los tonos con claridad.
Hoy
la usamos para describir situaciones en las que la confusión impide
una clasificación o una diferenciación acertada de objetos o
personas. No obstante, su uso más regular sigue siendo muy similar
al inicial: dificultad para distinguir sujetos por las noches, sea
por los problemas de visión en ese contexto o por las condiciones en
las que se encuentra el que observa.
Así
pues, se equipara con frecuencia el color pardo a un tipo de marrón
como el de los hábitos de los monjes. Se trata de un color que
resulta de la mezcla de los colores verde, gris y miel. Existe el
gato pardo, esto es, el gato atigrado.
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