Se llamó así a la hija de la reina Isabel II de España y fue la Borbón más querida y popular.
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Con
la proclamación del príncipe Alfonso como rey de España en 1874,
se convirtió por segunda vez en princesa de Asturias y heredera al
trono, hasta que nació su sobrina María de las Mercedes en 1880.
Pero, pese a no desempeñar ninguna responsabilidad oficial (o
precisamente gracias a eso), Isabel
fue la más popular de su familia debido
a su carácter afable, su gusto por los toros –no se perdía una
corrida y era amiga de muchos toreros–
y su naturalidad en el trato con la gente: cuando
miembros de la Familia Real
le
reprocharon que se mezclase con el populacho, replicó: "Al que
no le guste, que no mire". Debido
a esa simpatía y a su pequeña nariz, el pueblo la apodó La Chata y
ella se mostró encantada con el mote.
Fue
tanta su popularidad que, cuando
en 1931 se proclamó la Segunda República
y
se envió al exilio a Alfonso XIII (su
sobrino) con toda su familia, con
ella se hizo una excepción: si lo deseaba, podía quedarse en
España. Pero
La Chata, casi octogenaria y con la salud ya maltrecha, declinó la
oferta y partió con los suyos a Francia. Sólo cinco días después,
el
23 de abril de 1931, falleció en un convento de Auteuil, cerca de París,
y fue enterrada en el país vecino. Sesenta años más tarde, en
1991, sus restos serían repatriados a España por orden de Juan Carlos I.
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