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ARTHUR CONAN DOYLE y SHERLOCK HOLMES


Arthur Conan Doyle (1859 – 1930)
Médico y escritor escocés, creador de Sherlock Holmes, uno de los más vívidos y perdurables personajes de ficción y prototipo de los modernos detectives. Fue un autor prolífico cuya obra incluye relatos de ciencia ficción, novela histórica, teatro y poesía.




Sherlock Holmes
¿Quiénes no conocen hoy las hazañas de Sherlock Holmes, el héroe detectivesco que hizo correr ríos de tinta a su creador, Arthur Conan Doyle, sobre sus enrevesados casos?
Arquetipo del detective deductivo, analista y elaborador de teorías habitualmente acertadas, tenía la mirada aguda y penetrante, y su nariz, fina y aguileña, daba al conjunto de sus facciones un aire de viveza y de resolución.
Delgado, nervioso, empecinado, Sherlock sólo usaba razonamientos científicos para resolver misterios y realizaba las más sorprendentes deducciones a partir de detalles triviales y evidencias que, por supuesto, todos pasaban por alto.
Entre sus excentricidades, o más bien cualidades, figuraba su asombrosa capacidad para disfrazarse sin ser reconocido, o la maestría con que tocaba su Stradivarius a horas intempestivas. Le volvían loco las galletas, casi tanto como la cocaína, a veces, y el tabaco de su pipa curvada de tres cuartos. Como apicultor era un verdadero tesoro y propinaba unos puñetazos dignos de todo un campeón del cuadrilátero. Para más señas, Holmes residía en el número 221B de la vaporosa Baker Street, en el corazón de Londres.
Pero la nota que le distinguía de los demás detectives, convirtiéndolo en el más excelso de todos, era su gran conocimiento de la química y, sobre todo, su sorprendente capacidad de deducción para desenmascarar al asesino más escurridizo.

El doctor John H. Watson fue su compañero; aunque obtuso y distraído es quien habitualmente narra las historias. Y el profesor Moriarty fue el archienemigo de Holmes, un brillante matemático que puso su genio al servicio del crimen. Es posible que el criminal estadounidense Adam Worth (1844-1922) inspirase a Conan Doyle en la creación del eterno enemigo de Holmes: el profesor James Moriarty. Apodado el «Napoleón del mundo criminal» por el detective de Scotland Yard Robert Anderson, Doyle lo denominó en boca de Holmes como «la araña en el centro de una gigantesca red del crimen cuyos hilos sólo él sabía mover». La mayor mente criminal de la Europa victoriana. Moriarty dirigía en la sombra un complejo sindicato internacional del crimen con la ayuda de su lugarteniente, el coronel Sebastián Moran. Este personaje moriría, junto con Holmes, tras una trágica caída por las cataratas de Reinchenbach en el río Aar, a la altura de la localidad alpina de Meiringen, en Suiza. La muerte literaria de Holmes en «El problema final» provocó un aluvión de reclamaciones por parte de los seguidores del personaje de Conan Doyle, quien debió resucitarle en «La aventura de la casa vacía».

La moderna novela de detectives, con todas sus convenciones, se considera que nació en 1841 con Los crímenes de la calle Morgue de Edgar Allan Poe (1809-1849) y La piedra lunar de Wilkie Collins en 1868, pero Sherlock Holmes ha pasado a la historia como el más famoso de todos los detectives.
Personaje dilecto del cine, su actor más representativo fue Basil Rathbone. Luego fue animado por Christopher Lee, Roger Moore, Peter Cushing, Nicholas Rowe, Michael Pennington y Anthony Higgins. En toda la historia del cine, es el personaje sobre el que se han producido más películas (120).

¿Quién fue Sherlock Holmes en realidad?

Médico, profesor y ayudante de la propia Scotland Yard, así era Joseph Bell, hombre clave para desenmascarar a Jack el Destripador e inspirar a Doyle.

¿Quién fue Sherlock Holmes en realidad?El autor modeló este personaje basado en su profesor de Medicina, el doctor Bell, de quien tomó sus amaneramientos y métodos; de hecho, la célebre muletilla del detective literario a Watson, «elemental...», solía emplearla el profesor con sus alumnos durante sus clases en la Universidad de Edimburgo. 

Bell fue un insigne precursor de la medicina forense que puso su portentosa capacidad de observación y deducción a disposición de los sabuesos policiales de Scotland Yard. Nada absolutamente, por insignificante que resultase a simple vista, pasaba inadvertido al examen minucioso de este individuo implacable y perspicaz. Desde la forma de caminar hasta la indumentaria o el modo de expresarse y guiñar un ojo resultaban cruciales para la resolución de un crimen.
No en vano, el doctor Bell explicaba incansable a sus alumnos «el estudiante debe ser amaestrado sobre cómo observar. Para interesarles en esta clase de trabajo, nosotros los profesores encontramos útil mostrar al estudiante cuánto puede descubrir un entrenado uso de la observación sobre temas ordinarios como la historia previa, la nacionalidad y la ocupación de un paciente». ¿No recuerdan acaso estas palabras a las pronunciadas por el mismísimo Sherlock Holmes a su inefable ayudante, el doctor Watson?
Para concluir entonces que Sherlock Holmes y Joseph Bell eran uña y carne en el ingenioso cóctel de realidad y ficción elaborado por el habilidoso barman literario Conan Doyle, damos más pruebas: el doctor Bell supo que su antiguo alumno Doyle había construido a su protagonista tomándole a él como modelo, y no dudó en prologar incluso una de sus muchas aventuras literarias. Bell era un héroe detectivesco en la vida real, como Holmes lo era en la ficción. Scotland Yard recurrió a Bell para que le ayudase a desenmascarar al célebre asesino en serie Jack el Destripador. No cabe duda de que Bell era un formidable genio de la deducción, a quien la existencia de Holmes le enorgullecía en el fondo no sólo por verse retratado en él, sino sobre todo por sentirse inmortalizado.

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