La
figura de Hipatia de Alejandría, joven matemática y filósofa
brutalmente asesinada por fanáticos cristianos, marca un punto de
inflexión entre la cultura del razonamiento griego y el oscurantismo
medieval.
Como
pasa con muchos sabios de la Antigüedad, se sabe poco de su vida,
pero sí lo suficiente como para considerarla un icono de la
sabiduría y una mujer adelantada a su tiempo, que llegó a ser
directora
del Museo de Alejandría
por méritos propios en un mundo masculino que dejaba pocas
oportunidades a la formación y libertad de las mujeres.
Un
ser humano completo
Griega
por su educación y cultura, egipcia por la ubicación de Alejandría
y romana porque en su época la ciudad del delta del Nilo formaba
parte del Imperio
Romano,
Hipatia nació en el año 370, aunque algunas crónicas sitúan su
nacimiento en 355. De su madre no hay ninguna referencia, pero su
padre fue el famoso Teón
de Alejandría,
gran filósofo y matemático de la época cuya mentalidad permitió
que Hipatia llegara a ser lo que fue. Teón la educó desde niña
para hacer de ella un individuo completo según el ideal griego, un
ser humano que cultiva tanto el cuerpo como la mente y reúne
sabiduría, belleza y razón. Así, el ejercicio físico y los baños
relajantes se combinaron en la formación de Hipatia con el cultivo
de las artes, las ciencias y la música. Además, para completar su
educación viajó a Roma y Atenas, donde estudió filosofía,
astronomía, matemáticas, física y lógica.
De
vuelta en Alejandría
pasó a trabajar en el Museo, una especie de universidad de su
tiempo, donde llegó a superar a su padre en conocimientos. Algunos
historiadores creen que muchos escritos atribuidos a Teón fueron en
realidad obra de su hija. Hipatia contribuyó a la invención de
aparatos como el astrolabio
y el aerómetro,
defendió el heliocentrismo
e hizo estudios sobre el peso específico de los líquidos y sobre
geometría euclidiana. Como filósofa, fue una abanderada del
pensamiento
neoplatónico.
Su talento y dedicación fueron recompensados con el puesto de
directora del Museo.
Como
siempre, el fundamentalismo
El
problema es que Hipatia era pagana y las fuerzas vivas del
cristianismo, convertido desde el 391 en religión oficial y única
del Imperio Romano, consideraban todo lo pagano, incluido el
conocimiento científico, como perseguible. En tiempos del obispo
Teófilo se intentó destruir todo lo que no viniera de la Biblia,
como los libros y los templos helénicos. Hubo revueltas y muertes, y
muchos paganos se convirtieron ante la presión que sufrían. Hipatia
se negó e inicialmente salvó el pellejo porque el gobernador romano
la ayudó frente a la jerarquía cristiana. Pero el nuevo obispo de
Alejandría, Cirilo
–luego canonizado por la Iglesia–, la tachó de bruja y
hechicera, y se cree que estuvo detrás de su trágico final: en 415,
Hipatia fue golpeada, desnudada, violada, arrastrada por la ciudad y,
finalmente, asesinada por los parabolanos,
un grupo de monjes integristas.
La
Ilustración
rescató la figura de Hipatia del olvido, considerándola una de las
primeras víctimas del fanatismo religioso y la última gran sabia de
la Antigüedad.
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