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"DEFENSA NUMANTINA"


Así se denomina la defensa total y absoluta de una persona o una situación que alguien lleva a cabo a pesar de contar con pocos recursos y escasas posibilidades de éxito.
La expresión hace referencia a las llamadas genéricamente "guerras de Numancia", esto es, a los constantes e insistentes ataques romanos que sufrió entre 153 a.C. y 133 a.C. esta antigua ciudad celtíbera, situada sobre el cerro de la Muela, en Garray, a siete kilómetros de Soria.
Durante este período de veinte años no hubo manera de vencer la tenaz resistencia de los numantinos. Harto de tanto fracaso, el Senado romano romano resolvió recurrir a su mejor soldado, Publio Cornelio Escipión Emiliano (185-129 a.C.), conquistador de Cartagena, para que comandara el ejército y rindiera a los pies del Imperio de una vez por todas a esos rebeldes que empañaban el nombre de Roma.
Este avezado militar, más conocido como Africano el Menor, decidió derrotar a los numantinos exponiéndolos al hambre. Con este propósito rodeó Numancia con un foso y una empalizada, tras los que levantó una muralla de piedra de nueve kilómetros de perímetro. Al otro lado de esta, estableció los campamentos de sus huestes, que, según algunas fuentes, ascendían a 60.000 hombres armados hasta los dientes. En efecto, estos soldados contaban con catapultas, ballestas y carros y torres de combate.
A pesar de esta enorme supremacía romana, los sitiados intentaron romper el cerco en varias ocasiones, aunque sin éxito, hasta que, tras once meses de asedio, la ciudad quedó diezmada a causa de la hambruna y las enfermedades.
Las crónicas de escritores e historiadores latinos, como Apiano de Alejandría, coinciden en afirmar que incluso hubo casos de canibalismo en que los numantinos, desesperados, se alimentaron de la carne de los fallecidos.
Finalmente, los escasos supervivientes de Numancia prefirieron suicidarse a caer en manos del enemigo y convertirse en esclavos de Roma, no sin antes quemar la ciudad, en el año 133 a. C. Cuando Escipión entró en ella, encontró un paisaje desolador. El episodio quedó grabado en nuestra memoria histórica como un derroche de coraje y valentía.
El adjetivo "numantino" se aplica a quien es valiente y resiste con tenacidad hasta el final.

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