Físico
teórico británico. A pesar de sus discapacidades físicas y
de las progresivas limitaciones impuestas por la enfermedad
degenerativa que padecía, Stephen Hawking es probablemente el físico
más conocido entre el gran público desde los tiempos de Einstein.
Luchador y triunfador, a lo largo de toda su vida logró sortear la
inmensidad de impedimentos que le planteaba el mal de Lou Gehrig, una
esclerosis lateral amiotrófica que le aquejó desde que tenía
veinte años. Hawking fue, sin duda, un caso particular de vitalidad
y resistencia frente al infortunio del destino.
Ciertamente,
Hawking no sólo es comparable con Albert Einstein por su
popularidad: al igual que el formulador de la teoría de la
relatividad, Stephen Hawking se planteó la ambiciosa meta de
armonizar la relatividad general y la mecánica cuántica, en busca
de una unificación de la física que permitiese dar cuenta tanto del
universo como de los fenómenos subatómicos. En 1971 sugirió la
formación, a continuación del big bang, de numerosos objetos
denominados «miniagujeros negros», que contendrían alrededor de
mil millones de toneladas métricas de masa, pero ocuparían sólo el
espacio de un protón, circunstancia que originaría enormes campos
gravitatorios, regidos por las leyes de la relatividad.
Sus
estudios sobre los miniagujeros negros lo llevarían a combinar por
primera vez la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica
para resolver el problema de estudiar estas estructuras de
dimensiones muy reducidas y de densidad extraordinariamente elevada,
sobre las que no se creía que se pudiese obtener algún
conocimiento. En 1974 propuso, de acuerdo con las predicciones de la
física cuántica, que los agujeros negros emiten radiación térmica
hasta agotar su energía y extinguirse. Hawking ha explorado asimismo
algunas singularidades del binomio espacio-tiempo.
Resulta
una gran paradoja, sin duda, que un hombre que se involucró
plenamente en la tarea de clarificar los conceptos científicos para
el público medio (a diferencia de la mayoría de sus colegas,
Hawking optó decididamente por la divulgación) hubiera de
enfrentarse duramente con la dificultad de poder comunicarlos. No
obstante, gracias a su empeño y tenacidad, no dejó de salvar los
escollos que se derivaban de sus discapacidades físicas. En 1989, en
ocasión de su visita a España para recibir el premio Príncipe de
Asturias, Stephen Hawking subrayó la importancia de que los
ciudadanos de a pie posean las nociones científicas suficientes para
participar en los debates que abren los nuevos avances científicos y
tecnológicos, evitando que todo quede en manos de los expertos.
Ése
es el mensaje que se descubre en algunos de sus libros más famosos,
como Historia
del tiempo: del big bang a los agujeros negros
(1988), que ha sido traducido a treinta y siete idiomas y del que en
pocos años se vendieron más de veinte millones de ejemplares. En su
propósito de hacer llegar el libro a un público amplio, Stephen
Hawking renuncia a las fórmulas y a las exposiciones para
especialistas, pero no abandona el tratamiento riguroso de la
cuestión. Procede primero a una amplia exposición de las ideas
cosmológicas actuales (el big bang y la expansión del universo),
así como de los principales hallazgos de la física de las
partículas, que explican a nivel subatómico cómo es la materia y
las fuerzas que la gobiernan. Hawking pone de manifiesto la
sorprendente convergencia de estas dos vías de investigación, que
han dado nacimiento a una nueva disciplina: la astrofísica de las
partículas.
En
Historia
del tiempo
el autor aborda también, manteniendo siempre el tono de alta
divulgación, temas como los agujeros negros y, además del origen,
el posible destino del universo. Tampoco elude la pregunta que se
formula el hombre común cuando se enfrenta a estas cuestiones: el
papel de Dios en todos esos fenómenos, así como la creación del
universo, punto en el que Stephen Hawking abandona el tratamiento
rigurosamente científico para aventurarse en los inciertos caminos
de la especulación metafísica.
Otros
libros posteriores, como Agujeros
negros y pequeños universos
(1994), El
universo en una cáscara de nuez
(2002) o El
gran diseño
(2010), manifiestan una intención divulgativa todavía mayor que sus
libros precedentes. Respecto a su bibliografía más especializada,
sus esfuerzos para describir desde un punto de vista teórico las
propiedades de los agujeros negros, así como la relación que estas
propiedades guardan con las leyes de la termodinámica clásica y de
la mecánica cuántica, han quedado recogidos en obras como The
Large Scale Structure of Space-Time
(1973, en colaboración con G.F.R. Ellis), Superspace
and Supergravity
(1981) y The
Very Early Universe
(1983).
Era
miembro de la Real
Sociedad de Londres,
de la Academia
Pontificia de las Ciencias
y de la Academia
Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Fue titular de la Cátedra
Lucasiana
de Matemáticas (Lucasian
Chair of Mathematics)
de la Universidad
de Cambridge
desde 1979 hasta su jubilación en 2009.
Entre
las numerosas distinciones que le fueron concedidas, recibió doce
doctorados honoris
causa
y fue galardonado con la Orden
del Imperio Britanico
(grado CBE) en 1982, el Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia
en 1989, la Medalla
Copley
en 2006, la Medalla
de la Libertad
en 2009 y el Premio
Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento
en 2015.
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