El
científico más famoso del siglo XX
mantiene su carisma y su legado décadas después de su muerte.
Nacido alemán, nacionalizado después suizo y finalmente
estadounidense, Albert
Einstein
dejó para la posteridad grandes teorías, frases imborrables y la
que seguramente es la ecuación más popular de la historia de la
ciencia: E=mc2,
la equivalencia entre masa y energía
con la velocidad de la luz al cuadrado como factor de multiplicación.
Muy a su pesar, esta fórmula despejó el camino para la obtención
de la bomba atómica. Einstein, pacifista convencido, siempre
consideró que haber instado al presidente Roosevelt a financiar la
investigación nuclear fue uno
de los errores de su vida,
aún sabiendo que era necesario ganar la carrera a Alemania.
Con
la física como punto de partida, sus descubrimientos han dejado
huella en campos muy diversos, y sus
predicciones siguen confirmándose aún hoy en día.
La última de ellas, las
ondas gravitacionales. Su
condición de icono popular llevó a que se le ofreciera incluso la
presidencia
de Israel,
honor que declinó emocionadamente.
Nació
en la ciudad alemana de Ulm,
pero al año de vida su familia se mudó a Munich,
donde viviría hasta los 15 años. Con 17 ingresó en la Escuela
Politécnica Federal de Zurich
para estudiar matemáticas y física. Cinco años más tarde, ya
graduado, consiguió la nacionalidad suiza y en 1902 comenzó a
trabajar en la Oficina Federal de la Propiedad Intelectual de Suiza,
empleo que compaginó hasta los 30 años con sus investigaciones
científicas.
1905
fue su año más fructífero, resultado de la publicación de cuatro
artículos científicos sobre el efecto
fotoeléctrico,
el movimiento
browniano,
la teoría
de la relatividad especial
y la equivalencia
masa-energía
(E = mc²). El primero le valió el Premio
Nobel de Física
del año 1921,
el segundo el grado de doctor y los dos últimos le consagrarían,
con el tiempo, como el mayor
científico del siglo XX.
En
1908 comenzó a ejercer como profesor de física en la universidad
de Berna,
cargo que continuaría años posteriores en Praga y finalmente en
Berlín, ciudad en la que vivió hasta que el ascenso del régimen
nazi le hiciera abandonar Alemania y mudarse a Estados Unidos (1932).
Allí impartió docencia en el Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton, se nacionalizó estadounidense (obteniendo la doble
nacionalidad suizo-estadounidense) y pasó el resto de su vida
intentando integrar las leyes físicas de la gravitación y el
electromagnetismo así como divulgando valores pacifistas,
socialistas y sionistas hasta su fallecimiento por una hemorragia
interna el 18 de abril de 1955 (76 años).
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