Poeta
español de la Generación del 27.
Entre sus obras más conocidas caben destacar Marinero en
tierra, por el que recibió el
Premio Nacional de Literatura en 1925, y Cal y canto.
Quien
recibiría en 1983 el Premio Cervantes de Literatura abandona el
bachillerato por la pintura, que ejerce una gran influencia en su
obra. Pero una noche de 1920, ante el cadáver de su padre, Alberti
escribió sus primeros versos. El poeta había despertado y ya nada
detendría el torrente de su voz. Comprende entonces que los versos
le llenan más que la pintura, y en adelante ya nunca volverá a
dudar sobre su auténtica vocación. Comienza a trabajar sobre sus
primeras poesías, recogidas bajo el título de Marinero
en tierra, muy
influido por los cancioneros musicales españoles de los siglos XV y
XVI.
Al
descubrimiento de la poesía sigue el encuentro con los poetas.
Conoce a Federico García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén,
Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y otros jóvenes autores que van a
constituir el más brillante grupo poético del siglo. De aquel grupo
de poetas hechizados por el surrealismo, que escribían entre risas
juveniles versos intencionadamente disparatados o sublimes, surgió
en 1927 la idea de rendir homenaje, con ocasión del tricentenario de
su muerte, al maestro del barroco español Luis de Góngora, olvidado
por la cultura oficial. Con el entusiasmo que les caracterizaba
organizaron un sinfín de actos que culminaron en el Ateneo de
Sevilla, donde Salinas, Lorca y el propio Alberti, entre otros,
recitaron sus poemas en honor del insigne cordobés. Aquella hermosa
iniciativa reforzó sus lazos de amistad y supuso la definitiva
consolidación de la llamada Generación del 27, protagonista de la
segunda edad de oro de la poesía española.
La
etapa neogongorista y humorista de Cal
y canto (1926-1927)
marca la transición de este autor a la fase superrealista de Sobre
los ángeles (1927-1928).
A partir de entonces, y tras afiliarse al partido comunista, su obra
adquiere tono político. Este giro le lleva a considerar su obra
anterior como un cielo cerrado y una contribución irremediable a la
poesía burguesa.
Su
poesía cobra cada vez más un tono irónico y desgarrado, como los
poemas burlescos Yo
era un tonto
y
lo que he visto me ha hecho dos tontos
(1929),
Sermones
y moradas
(1929-1930)
y la elegía cívica Con
los zapatos puestos tengo que morir
(1930).
A partir de 1931 aborda el teatro, estrenando El
hombre deshabitado
y
El
adefesio.
En
1933 escribe Consignas
y
Un
fantasma recorre Europa,
y en 1935, 13
bandas y 48 estrellas.
En 1945 publica A
la pintura: poema del color y la línea,
y además un volumen que abarca la casi totalidad de su obra lírica,
Poesía,
donde se muestra cierta nostalgia por la patria.
Su
producción poética continúa con la misma intensidad, prolongándose
sin fisuras hasta muy avanzada edad. De entre los muy numerosos
libros publicados cabe mencionar Fustigada
luz (1980),
Lo que canté y
dije de Picasso
(1981),
Versos sueltos de
cada día (1982),
Golfo de sombras
(1986),
Accidente. Poemas
del hospital (1987)
y Canciones de
Altair (1988).
En los años ochenta publicó una continuación a su autobiografía,
iniciada en 1942, La
arboleda perdida. Memorias.
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