Este
mes leemos “Stoner” de John Williams.
Esta
novela cuenta la historia de William Stoner, hijo de unos campesinos
de Misuri, nacido a finales del XIX y enviado con gran esfuerzo por
sus padres a la universidad para que estudie en la Facultad de
Agricultura, donde un día, un profesor que está iniciando a sus
alumnos en las virtudes de la literatura, se dirige directamente a él
en clase para decirle: "El señor Shakespeare le habla a través
de 300 años, señor Stoner, ¿le escucha?".
La
luz, nos dice el autor, penetraba en aquel momento por las ventanas
del aula y se posaba sobre los rostros de los compañeros de clase,
de manera que la iluminación parecía venir de dentro de ellos
mismos para salir hacia la oscuridad. Para el rústico joven Stoner,
ese instante fue una iluminación, una gran revelación que, con el
tiempo, incluso le llevaría a renunciar a la granja de sus padres y
a convertirse en profesor de la universidad de Misuri, donde llevaría
una vida sin alicientes, equivocándose en todo. Una vida laboriosa
al servicio de la literatura, con multitud de errores sentimentales.
La biografía de alguien que vistió siempre un traje equivocado. Y
una vida condensada en una novela extraordinaria, que cuenta cómo "a
alguien se le concedió la sabiduría y al cabo de los años encontró
ignorancia".
¿Cómo
olvidar cuando el discreto profesor, consciente de haber perdido el
tiempo en su obstinado trabajo sin luces, se refugia al final en la
imperturbabilidad que heredó de sus padres rurales, impasibles
trabajadores de la tierra, constantes dibujantes de "surcos como
oraciones en el papel"? Impresiona el modo de contar de John
Williams, su fuerza inusitada para los dramas minúsculos y para el
recuento cotidiano de nuestras resignaciones y decepciones.
Un
elogio tanto de la rectitud moral como de la cultura del esfuerzo y
del amor por la vieja literatura.
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