Según
aparece en la Historia de la
Legislación
de
Marichalar y Manrique (1868), en los siglos XVI y XVII, en algunos
lugares de Navarra, se llamaba mantas a unos enormes
lienzos colgados en las paredes de las iglesias en los que aparecían
escritos los nombres y apellidos de las familias que descendían de
judíos convertidos y
que habían permanecido en territorio cristiano tras la expulsión de
los demás judíos. Y en ese contexto, tirar de la manta significaba
investigar posibles falsas conversiones.
Durante
más de cien años, la convivencia entre católicos y conversos se
llevó a cabo sin apenas problemas, pero estos surgieron cuando a los
descendientes de aquellos convertidos se les comenzó a ofrecer
empleos públicos o de servicio a la corona.
Los
católicos “auténticos” no lo vieron con buenos ojos, por lo que
se decidió crear dicho censo y exponerlo públicamente, para que
todo el mundo supiera quiénes no eran “católicos de pura sangre ”
sino por conveniencia.
En
la actualidad, la manta se expone en el Museo
de la Sinagoga del Claustro románico de
la Catedral
de Tudela.
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