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LA VIDA COTIDIANA EN LAS CRUZADAS


El ritmo de la vida de los cruzados en Palestina estaba marcado por la religión. Compaginaban la defensa de los lugares sagrados con los quehaceres de la sociedad cristiana.
La Iglesia, a través de las Órdenes religiosas y los obispos, supo condicionar las nuevas formas de vida en Palestina y regular la vida cotidiana de todos sus habitantes.
Tres formas de vida surgieron en Oriente a raíz de las Cruzadas; las tres en el mismo ámbito, pero con características bien distintas.
En primer lugar, los caballeros consagraban su vida al ideal cruzado y a la defensa de los peregrinos. El Temple y el Hospital fueron las dos instituciones principales. La vida diaria de estos caballeros estaba sujeta a una regla rígida en la que la disciplina era fundamental. Los caballeros templarios y hospitalarios renunciaron a todo para servir en su Orden. Su vida se regía desde el momento del ingreso por un horario y una regla monacal, que solo se alteraba en ocasiones excepcionales, cuando estallaba una guerra o se libraba una batalla. Los caballeros vivían en castillos y encomiendas bajo las órdenes de un superior que aplicaba con rigidez las normas por las que se organizaba la vida diaria. Rezar, mantener siempre listo el equipo de combate y practicar ejercicios era la monótona ocupación de estos monjes-soldados.
El segundo grupo lo formaban todos aquellos que habían acudido a las Cruzadas en busca de fortuna. Había nobles segundones que lograron ascender en la escala social gracias a las tierras y los bienes logrados en la guerra, pero también mercaderes que hicieron sustanciosos negocios gracias al comercio, como los mercaderes venecianos y genoveses que cobraban importantes sumas de dinero a los peregrinos por llevarlos en sus barcos. Su día a día apenas difería del de sus colegas en Europa, pero la amenaza constante de una guerra con el Islam, siempre a punto de estallar, pendía sobre sus cabezas.

¿Cómo era la vida de los peregrinos?

El tercer grupo lo formaban los peregrinos. Los había de todo tipo y condición: ricos y pobres, nobles y plebeyos, ancianos y jóvenes.
Ir a la tierra de las Cruzadas como peregrino era muy peligroso. Por ello se solía dictar testamento antes de iniciar el viaje. El precio de la travesía resultaba elevado; solo los adinerados podían permitirse pagarlo, mientras que los menos favorecidos trabajaban para costearse el pasaje e incluso se alquilaban como mercenarios para sufragar sus gastos. Si sorteaban a los bandidos, los piratas y las tempestades y conseguían llegar a Tierra Santa, buscaban la protección de las Órdenes militares y se alojaban en sus hospitales, encomiendas y fortalezas pagando algún dinero o prestando servicios diversos. Llegar a Jerusalén y rezar ante el que se consideraba el lugar del sepulcro de Cristo compensaba los riesgos del peregrinaje. El viaje de vuelta a casa no era menos peligroso: incluso poderosos reyes, como Ricardo Corazón de León, quedaron cautivos durante mucho tiempo al ser apresados en el viaje de regreso. Cobrar rescates por la liberación de los peregrinos capturados se convirtió en un pingüe negocio para muchos.
El viaje era muy complicado, pues a la amenaza de los musulmanes se unía la de los bandidos que acechaban sus caravanas. En ocasiones fueron los propios caballeros cristianos los que se convirtieron en bandoleros, como hizo el templario Reinaldo de Chatillon, que en la segunda mitad del siglo XII se dedicó al saqueo de peregrinos cristianos y de mercaderes musulmanes, desatando la ira del caudillo Saladino, que reconquistó Jerusalén para el Islam en 1187.
Como en todas partes, la gran obsesión para la mayoría es la comida, reducida a cereales, legumbres y hortalizas, salvo la de los poderosos, que incluía pescado y carne. Judíos, musulmanes y cristianos compartían mercados, salvo en el caso de las carnicerías, en el que cada religión disponía de sus propios establecimientos.
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AMORES HISTÓRICOS


Existen amores de cuento, reales, apasionados, frustrados, escondidos…En esta galería, te presentamos las historias de las parejas más emblemáticas de la humanidad.
La historia está repleta de amores y desamores. Algunas de estas historias han permanecido a través del tiempo y sus protagonistas han adquirido una especie de inmortalidad. Pero, ¿qué sabemos realmente sobre el amor? ¿Qué nos impulsa a enamorarnos?
Son muchas las personalidades que han escrito sobre el amor y sus ‘mágicos’ efectos. Sin ir demasiado lejos, por ejemplo, el ilustre oscar Wilde dijo así: “El misterio del amor es mayor que el misterio de la muerte”. Y es que este sentimiento ha sido motivo de historias conmovedoras y pasionales, pero también de auténticos conflictos bélicos y dramas personales.
Según la comunidad científica, la vasopresina y la oxitocina son las principales hormonas causantes de este estado. Diferentes regiones cerebrales se activan cuando experimentamos esta sensación de ‘amor’ (se calcula hasta 12), haciendo que se reduzca la ansiedad y los comportamientos y actitudes negativas.
A pesar de estas demostraciones empíricas, lo cierto es que el amor nos parece inexacto y como a Wilde, toda un incógnita. En cualquier caso, el amor romántico es universal y por ello, existió, existe y existirá. Las hazañas de sus protagonistas y sus historias de pasión que, en muchos casos, cambiaron el rumbo de la historia continuarán inspirando a miles de personas. Se conocen amores de cuento, reales, apasionados, frustrados, escondidos… En esta galería, te presentamos algunas de las parejas más emblemáticas:



Adriano y Antínoo

En Tívoli, cerca de Roma, surgió el amor de una de las parejas homosexuales más famosas de la historia antigua. Adriano (76-138) y su joven erómeno, Antínoo (¿110?-130) compartieron gustos y aficiones hasta que este último “cayó al Nilo”, explicó Adriano y se ahogó.



 

Cleopatra y Antonio

En este cuadro pintado por Lawrence Alma-Tadema pintado en 1885 se muestran los dos amantes en su primer encuentro, en Tarsos. El barco se consideraba territorio egipcio y su cita tenía una base política: el apoyo mutuo frente a sus enemigos. Tras las primeras entrevistas Marco Antonio (83-30 a.C.) decidió quedarse a vivir en Alejandría, cerca de Cleopatrta (69-30 a.C.) y claro, nació el amor… En el próximo número de Muy Historia podrás descubrir más sobre estos dos famosos amantes.



 

Dante y Beatriz

Henry Holiday plasmó en este cuadro el encuentro entre Dante Alighieri (1265-1321) y Beatriz (Beatrice Portinari, 1265-1290). Sin embargo, el primer encuentro de estos dos amantes se produjo cuando tenían nueve y ocho años respectivamente. Eran vecinos, pero apenas coincidieron y se dirigieron la palabra, lo que no evitó que alimentara la mente del escritor para escribir sus dos obras maestras, La divina comedia y La vida nueva. En el próximo Muy Historia podrás descubrir más sobre este amor platónico.



 

Pedro I de portugal e Inés de Castro

La política y el amor nunca han sido buenos aliados. Y si no pregúntenle a Pedro I de Portugal (1320-1367) e Inés de Castro (1325-1355), quienes vieron truncada su pasión por el deseo del padre del enamorado, Alfonso IV. Este, al ver que el futuro rey Fernando I de Portugal era un niño frágil mientras que los hijos bastardos de doña Inés eran más robustos y en el futuro reclamarían sus derechos monárquicos, decidió cortar por lo sano y terminar con la enamorada. Si quieres saber más de este histórico amorío que cambió el curso de ambos países, descúbrelo en el próximo número de Muy Historia.



 

Juana La Loca y Felipe El Hermoso

Dos de los amantes más famosos de la historia de España han sido Juana La Loca (1479-1555) y Felipe el Hermoso (1478-1506). Para Francisco Alonso Fernández, en su "Historia personal de los Austrias", Juana, la tercera hija de Isabel y Fernando (los Reyes Católicos), sufría un caso de esquizofrenia fantasiosa o fantasiofrenia.




 

Mumtaz Mahal y Shah Vahan

Enterrados en el archiconocido Taj Mahal en la ciudad india de Agra, se encuentran Mumtaz Mahal (1593-1631) y Sha Jahan (1592-1666). De hecho la construcción de este mausoleo gigantesco comenzó cuando Mahal falleció dando a luz al decimotercer hijo de la pareja, justo después de que le hiciera prometer a su esposo que no volvería a casarse. Una auténtica "Bolliwood Love Story", como se titula el reportaje que incluirá el próximo número de Muy Historia, que ha perdurado a lo largo de los siglos.



 

Romeo y Julieta

La tragedia de William Shakespeare ha sido una de las historias de amor más famosas del mundo. La rivalidad entre los Montesco y los Capulleto acabó con la vida de estos dos enamorados. Julieta estaba prometida a un hombre que no amaba, y como escapatoria, bebió un elixir que le daría la apariencia de estar muerta para más tarde escapar con Romeo. Sin embargo, este último, desconocedor del plan de Julieta, pensó que efectivamente había fallecido y decidió morir también. Cuando Julieta despertó y vio el cuerpo de Romeo sin vida, se clavó una daga en el corazón para reencontrarse con su amado.



 

Diego Marcilla e Isabel de Segura

Se trata de una de las parejas más emblemáticas del romance español. ‘Los amantes de Teruel’, dos jóvenes enamorados desde su infancia y que por motivos económicos no pudieron estar juntos. Isabel de Segura era una chica adinerada, todo lo contrario a Diego Marcillo. El padre de Isabel concedió al muchacho 5 años para mejorar su situación y entonces desposarse con su hija. Sin embargo, esta tarea se alargó más de lo esperado y cuando volvió Isabel había sido obligada a contraer matrimonio con otro hombre. Según cuenta la historia, Diego murió por amor y en su funeral Isabel le concedió un último beso antes de morir también sobre su cuerpo.



 

Paris y Helena de Troya

Esta es otra de las más míticas historias de amor con un inafortunado desenlace. Helena era la mujer más bella del mundo y estaba casada con el rey de Esparta. Cuando conoció a Paris, príncipe troyano, se volvieron locos de amor. Helena huyó a con Paris, pero su hazaña solo consiguió desencadenar una de los conflictos más conocidos de la historia, la guerra de Troya. Los griegos se hicieron con la victoria gracias al conocido caballo de Troya y mataron a Paris. Helena regresó infeliz con su marido a Esparta.



 

La Princesa Diana y Dodi Al Fayed

Tras su divorcio, Diana emprendió una nueva vida en busca de su felicidad. Un día conoció a Dodi Al Fayed, un hombre (divorciado también) que al parecer despertó de nuevo el amor en Diana. La pareja compartió diferentes viajes y encuentros y fueron perseguidos por medios y paparazis. Por desgracia, esto no tuvo un final feliz, pues como bien se sabe, un accidente de tráfico acabó con la historia de amor.



 

John Lennon y Yoko Ono

Una de las parejas modernas más destacadas y polémicas de la década de los 60. Ambos estaban casados y con hijos cuando emprendieron su romance. En 1969 decidieron casarse y emprender una vida juntos. Su relación y filosofía de vida inspiró a miles de personas. Uno de los frutos más populares de la pareja fue, sin duda, el tema de “Imagine”.




Liu Guojiang y Xu Chaoqing

Con tan solo 19 años Liu Guojiang se enamoró perdidamente de Xu Chaoqing, una mujer viuda y además, diez años mayor que él. El estado civil de Xu en China no permitía que pudiera estar con otra persona. Sin embargo, la pareja escapó alejándose de su opresora sociedad y vivieron juntos en una cueva de las montañas. En aquel lugar, aislado de todo y de todos, no tenían electricidad, ni siquiera alimentos. Al segundo año de vivir en la montaña, Liu comenzó a cavar con sus manos las gradas de una escalera para que su esposa pudiera bajar fácilmente los 1550 metros de desnivel de la montaña. Este trabajo duró más de 50 años.


 

Salvador Dalí y Gala

Salvador Dalí y su esposa Gala protagonizaron una de las historias de amor más particulares del momento. Esta relación estuvo marcada por la inspiración mutua, el amor libre y la ausencia de relaciones conyugales. No es uno de los referentes típicos de amor romántico, pero lo cierto es que se dice que la fuerte atracción artística entre ambos fue el pilar que unió y sustentó a la famosa pareja.



 

Sissi de Baviera y Francisco José

Esta historia se remonta a 1853, cuando el emperador Francisco José conoció a Sissi de Baviera. Francisco José estaba a punto de conocer a la hermana de Sissi, con quien supuestamente tendría que haberse casado, pero por casualidades de la vida, acabó enamorándose de la joven quinceañera Sissi. A pesar de esta bonita historia, lo cierto es que Sissi no tuvo un matrimonio feliz, pues apenas podía pasar tiempo con su ocupado esposo. Sin embargo, La emperatriz, decidió aprovechar el tiempo y se formó e interesó por los asuntos de Estado. Sus conocimientos e ideas liberales contribuyeron en la lucha por la igualdad del pueblo húngaro y lograron que Francisco José fuera consagrado Rey de Hungría.

 

 

Oscar Wilde y Lord Alfred Douglas

Se trata de una de las historias homosexuales más conocidas. La relación entre el famoso escritor con Lord Alfred Douglas fue uno de los mayores escándalos sociales de la época. Fue precisamente este amor el que llevó a Wilde a prisión, ya que en Inglaterra las relaciones homosexuales fueron consideradas delito penal hasta 1967. Wilde, casado y con dos hijos, fue juzgado y condenado en 1895 por indecencia y sodomía.
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¿POR QUÉ LOS NIÑOS PESTAÑEAN MENOS?


Los bebés parpadean siete veces menos que los adultos, que necesitan hacerlo para proteger sus ojos.
En el momento en que llegamos al mundo, apenas pestañeamos. Prácticamente solo cerramos los ojos cuando nuestros padres nos echan en la cuna para dormir. ¿Pero por qué nos ocurre esto? Un estudio dado a conocer en la revista de la Asociación Americana de Neurología, The Annals of Neurology, se dedicó a cuantificar los párpadeos espontáneos de 269 niños y un total de 179 adultos. Y demostró que, mientras los bebés cierran los ojos menos de dos veces por minuto, los adolescentes y los adultos parpadean hasta quince veces en el mismo plazo.
Dado que el principal fin del pestañeo consiste en humedecer el ojo con lágrimas y eliminar cualquier suciedad o partícula de la superficie de la córnea, parece lógico pensar que los más pequeños necesitan menos protección, ya que pasan mucho tiempo en los brazos de Morfeo. Sin embargo, a medida que crecen y se van espabilando, la frecuencia del parpadeo aumenta, ya que necesitan lubricar mucho más sus ojos.
Por otra parte, como han demostrado ya los científicos, el parpadeo espontáneo está regulado por el sistema dopaminérgico, que al principio no está completamente desarrollado. Incluso, si se registra cuánto abrimos y cerramos los ojos, se puede tener una idea del nivel de actividad de la dopamina, la hormona del placer, en nuestra sesera. Además, en relación con esto, se ha comprobado que los ancianos que tienen un comportamiento muy estereotipado e inflexible parpadean menos que los que están más abiertos a las novedades, a vivir experiencias diferentes.
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¿CÓMO NOS AFECTA EL CAMBIO DE HORA?


La Comisión Europea propone eliminar el cambio de hora tras obtener los resultados de una consulta pública realizada en julio de 2018.
Hace pocas semanas se lanzaba una consulta pública a nivel europeo para conocer la opinión de los ciudadanos sobre el cambio de hora. El resultado: una abrumadora mayoría a favor de suprimirlo (el 805 de los votantes), y una participación histórica, ya que votaron unos cinco millones de ciudadanos, lo que demuestra que este es un tema que preocupa mucho a los europeos.
El viernes 31 de agosto, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha anunciado que estudiará la eliminación del horario de invierno. El debate comenzó en el mes de febrero, cuando el Parlamento Europeo aprobó una resolución no vinculante para que la Comisión Europea revise la directiva que regula los cambios de hora de primavera y otoño. En la propuesta se pidió que se revisen el impacto negativo para la salud que tiene el cambio de hora, y Finlandia fue uno de los países impulsores, aduciendo que el ahorro energético de esta medida es escaso, mientras que la falta de sueño sí que tiene un efecto negativo en los ciudadanos.
La petición se suma a una vieja reivindicación para que España se adecúe al huso horario que le corresponde, pues en nuestro país deberíamos tener la misma hora que en Portugal, Reino Unido y Canarias.
Nosotros también hemos querido conocer la opinión de nuestros lectores, y de momento son también mayoría los partidarios de acabar con el cambio de hora.

¿Qué efectos tiene para la salud el cambio de hora?

El cambio de horario que supone el paso del invierno a la primavera con un mayor número de horas de luz solar puede generar en algunos sectores de la población cansancio, malestar general, somnolencia e incluso alteraciones en el estado de ánimo. Así lo afirman expertos del servicio de Neurofisiología del Hospital Universitario Ntra. Sra. de Candelaria (HUNSC) de Canarias, que recuerdan que estas pequeñas alteraciones son efectos normales que se superan en un corto espacio de tiempo de entre 3 y 7 días. Y que suceden porque las funciones de los órganos más importantes del ser humano dependen de la fabricación y secreción de hormonas vinculadas directamente con los ciclos de vigilia y sueño –cortisol y melatonina-, de tal modo que al adelantar los relojes una hora se produce una desincronización entre los ritmos internos y los ambientales.
El comienzo de la secreción de
melatonina se produce al caer la tarde, aproximadamente a las 19:00 horas y su máxima producción se registra entre las 02.00 y las 06.00 de la mañana. Al despertarnos con la luz del día, el nivel de cortisol ya está en alza para activar al ser humano.
Según recoge la agencia SINC, los neurofisiólogos del Hospital Universitario Ntra. Sra. de Candelaria recuerdan que existen tratamientos que implican el uso de cronobióticos, capaces de acelerar la sincronización de nuestro sistema circadiano con el ambiente y nuevo horario, entre los que se encuentran la fototerapia y la melanina. Pero que las pequeñas molestias del cambio horario de primavera se superan fácilmente con la dieta y el ejercicio.
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VIKINGOS, LOS GIGANTES DEL NORTE


Entre los siglos VIII y XI este pueblo de guerreros extendió su terrible fama por toda Europa:
Durante doscientos cincuenta años, los habitantes de las poblaciones europeas desde Dublín a Kiev vieron perturbadas sus ya difíciles vidas por la violenta irrupción histórica de un pueblo cuyos muchos nombres se susurraban, temblando, en torno a las hogueras altomedievales. Los eslavos los llamaban rusos; los anglosajones, daneses; los irlandeses, gaill o lochlannaigh; los andalusíes, magos, y los francos, normanni. Se trataba de los vikingos.
Semejante diversidad de nombres se correspondía con su vaga procedencia, allá en el helado norte del continente. De hecho, normanni y lochlannaigh significan lo mismo: hombres del norte, norteños o nórdicos. Para los demás europeos eran gigantes que portaban espadas y hachas enormes con las que podían partir en dos a un hombre de un solo tajo; bárbaros paganos que saqueaban y reducían a cenizas los sagrados -y riquísimos- monasterios mientras se reían a carcajadas ante la imagen del Crucificado; individuos feroces y salvajes que asaltaban las ciudades costeras robando, violando y matando sin piedad.
 
Se nos ha transmitido una imagen salvaje de los vikingos
Esa fue la imagen que los cronistas y los historiadores de la época nos transmitieron, pero tal vez no sea del todo exacta. Las tintas de estos autores –casi siempre monjes o religiosos– se hallan lastradas por la marcada preferencia vikinga de atacar los propios monasterios donde ellos escribían. Sin duda, aquellos hombres del norte eran temibles y muchas de las grandes salvajadas que se les atribuyen fueron muy reales, pero también es cierto que su tan pregonada crueldad no alcanzó ni de lejos la de los magiares en Sajonia, la de los tunecinos en Italia y Provenza o la del propio Carlomagno, que asistió embelesado a la decapitación de 5.000 enemigos sajones.
Todo comenzó a finales del siglo VIII, cuando empezaron a producirse en Escandinavia una serie de agitados movimientos migratorios impulsados por la superpoblación y por la política. En las dinastías nórdicas, las luchas por el poder real terminaban a menudo con el exilio voluntario de la facción derrotada. Sencillamente, los perdedores no estaban de acuerdo con la situación y se marchaban. Esa peculiar mecánica política, asociada a la movilidad que otorgaba a aquellos pueblos su dominio de la construcción naval, alumbró varias naciones de peregrinos marítimos. En Noruega, tras los cambios introducidos por Harald el de la Hermosa Cabellera en el año 872, una parte de la población acudió a los puertos para abandonar el país. No se dirigieron al plácido sur, sino aún más al norte, a Islandia y a Groenlandia. Renunciaron así a las conquistas en demanda de las tierras vírgenes del Gran Norte que sus exploradores les habían descrito. Se fueron concentrando en Islandia, donde hacia 930 vivían ya cerca de 30.000 noruegos que comerciaban y pirateaban en las islas británicas y el continente.

Expediciones a Groenlandia y quizás incluso a América
Sus expediciones los llevaron a descubrir Groenlandia, donde el líder vikingo Eric el Rojo fundó una colonia en 985. Y si aceptamos lo que hoy parece cierto –aunque nunca bien demostrado–, habría sido de esa colonia de donde el hijo de Eric, Leif, zarpó años más tarde para arribar por vez primera a las costas de América por la península del Labrador, que ellos denominaba Vinland.
Los suecos, por su parte, escogieron el camino del sur. La isla de Helgö, en el lago Malär, apenas dista 20 kilómetros de Estocolmo. En su suelo han aparecido sorprendentes depósitos arqueológicos que incluyen desde bellísimos cruceros irlandeses hasta conchas del Índico y una pequeña imagen de Buda. Junto a las grandes cantidades de monedas acuñadas en Samarcanda durante los siglos IX y X que se han recogido en Suecia, son pruebas de una colosal aventura expansiva que hoy sigue cargada de incógnitas: la epopeya de los varegos, que fundaron el reino de Rusia.
La hegemonía de los suecos en el Báltico fue muy temprana. Desde las colonias establecidas en tierras letonas y lituanas, fueron internándose en la actual Rusia. Navegantes también ellos, aunque más fluviales, utilizaron la gran cuenca hidrográfica del río Dnieper para alcanzar el Mar Negro, buscando el comercio con Bizancio y la Ruta de la Seda. Para ello, empleaban embarcaciones ligeras que podían cargar a hombros para saltar de una cuenca a otra. 

La familia entera respondía de los actos de sus miembros 
En verano, los granjeros se reunían en asambleas, denominadas cing, donde discutían los problemas comunes y formulaban las leyes. La familia era la base de todo, incluida la conducta individual, ya que del comportamiento impropio de uno cualquiera de sus miembros se hacía responsable a la familia entera. Esto fortalecía sobre todo el papel de las mujeres, cuya relativa independencia y significado social envidiaban las del resto del continente. No tenían voto en los cing ni recibían herencia si tenían hermanos varones, pero conservaban sus bienes si se divorciaban y, si enviudaban, manejaban libremente sus asuntos y podían rechazar un segundo matrimonio si no les gustaba el pretendiente.
Lo que hacía diferentes a los vikingos de otras amenazas para los reinos cristianos medievales, como la de los magiares o los musulmanes, era, sin duda, su gran dominio del mar. Siglos de experiencia en las travesías de los duros mares del norte los convirtieron en unos de los mejores navegantes del mundo de la época y también en los mejores constructores de barcos.

Gran pericia como ingenieros navales
Con el tiempo, las líneas de sus barcos se fueron alargando y estilizando, los vikingos robustecieron sus quillas y perfeccionaron el sistema de dirección con sus típicos timones laterales apopados en la banda derecha. De esa preferencia procede la palabra estribor –steer board–, mientras que babor -port board- es la banda del puerto o la banda de atraque, opuesta a la del timón para evitar que éste se dañe al golpear contra el muelle. Los historiadores saben muy bien cómo eran aquellos navíos porque la costumbre de los grandes señores noruegos de hacerse enterrar con sus barcos ha permitido recuperar algunos de ellos en muy buen estado.
El que se halló en Gokstad (Noruega), por ejemplo, mide alrededor de 26 metros de eslora, y su combinación de ligereza y robustez aún sigue entusiasmando a los especialistas. Eso sí, a sus enemigos tal maestría en el diseño naval no les hacía especialmente felices. Así, en un texto latino escrito por un testigo de la llegada a las costas inglesas de la armada normanda mandada por Canuto el Grande, tras describir las proas adornadas de oro, sus relucientes escudos en las bordas, sus largos gallardetes ondeando al viento, se afirma: "Tan impresionante era la flota que, si su dueño hubiera querido conquistar cualquier país, le hubiera bastado con enviar aquellos buques por delante para aterrorizar al enemigo, sin necesidad de que saltaran a tierra los soldados que transportaban".

Ornamentaban tanto los barcos como las armas
Pero si los barcos eran fuertes y temibles, los hombres de armas vikingos no lo eran menos. Probablemente hoy no llamarían la atención en la calle, pero en aquel momento eran observados por sus contemporáneos como si fueran auténticos gigantes. Las fuentes insisten a menudo en su gran talla y en su fortaleza. De hecho, vistas en los museos, las armas que manejaban ponen todavía los pelos de punta. Entre ellas se cuentas desde enormes espadas que cuesta levantar del suelo con ambas manos o crueles hachas de combate hasta lanzas finas y agudas en cuyo manejo eran maestros. Todo ello se encuentra muy ornamentado, porque a los vikingos les gustaban los adornos.
El famoso diseño nórdico no es cosa que se haya improvisado de la noche a la mañana, como queda claro viendo la línea de los barcos vikingos, su orfebrería o los intrincados dibujos de sus piedras rúnicas. Tal vez fueran tan brutales como los pintan las crónicas cristianas, o tan sucios como los describen las musulmanas, pero si se mira desde el presente hay algo de fascinante en aquella gente atrevida, en aquel pueblo valiente y libre cuya audacia no reconocía límites desde el mar Negro a la península del Labrador y desde Groenlandia a Sicilia.
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LA AUTÉNTICA HISTORIA DE NEWTON Y LA MANZANA


La primera mención a la historia de Newton y la manzana nos llegó del libro 'La vida de Sir Isaac Newton’ de William Stukeley (1752).
La historia de la manzana de Newton es, posiblemente, una de las historias más conocidas y difundidas en la historia de la ciencia. Según la creencia popular, Newton se encontraba a la sombra de un manzano, reflexionando y pensando en quién sabe qué, cuando una manzana le cayó en la cabeza y le dio la primera idea de su futura ley de la gravedad. El manuscrito que relató originalmente la historia de cómo el científico británico inspiró sus teorías físicas a partir de la famosa manzana, momento conocido como el ‘eureka’ de Newton (1643-1727), forma parte de una biografía del científico escrita por su amigo William Stukeley en 1752.
En enero de 2010, este manuscrito salió a la luz por primera vez de los archivos de la Royal Society de Londres. Hasta ahora, había permanecido oculta en los fondos de la antigua sociedad científica londinense hasta el año de su 350 aniversario. Coincidiendo con la efeméride, la sociedad quiso llevar a cabo la publicación del famoso documento a través de su página web.
Martin Rees, presidente de la organización en el momento de la publicación (cargo que también ocupó Sir Isaac Newton), afirmó que “la biografía de Stukeley es un instrumento precioso para los historiadores de ciencia”, y aseguró que el acceso por Internet al documento “permite que cualquier persona pueda verlo como si lo tuviera en las manos”. Desde entonces, numerosas sociedades científicas e históricas han convertido Internet en una nueva herramienta para poder disfrutar y examinar documentos antiguos de valor incalculable.
Según explicó Martin Rees, el biógrafo de Newton, William Stukeley, era amigo y conocido del científico y fue testigo de sus reflexiones en torno a la teoría de la gravedad. Ambos solían sentarse bajo la sombra de los manzanos que el científico tenía en el jardín de su casa y pasar horas reflexionando y debatiendo sobre la actualidad científica del momento. En un extracto del libro ‘La vida de Sir Isaac Newton’, Stukeley escribió: “Me dijo que había estado en esta misma situación cuando la noción de la gravedad le asaltó la mente. Fue algo ocasionado por la caída de una manzana mientras estaba sentado en actitud contemplativa. ¿Por qué esa manzana siempre desciende perpendicularmente hasta el suelo?, se preguntó a sí mismo”.
Aun con la información que aporta este documento, son muchos los que siguen poniendo en duda la verdad de esta historia. Algunos piensan que la historia de la manzana fue una pequeña invención de Newton para mejorar su historia y aumentar su ya considerable fama, mientras que otros creen que la mítica manzana es una metáfora, ya que este fruto ha sido relacionado desde mucho tiempo atrás como símbolo del conocimiento (desde la manzana del árbol del Edén que mordió Eva).
Sea cierto o no que una manzana plantó la semilla de la gravedad en Newton, lo que sí se puede asegurar es que el científico británico fue uno de los pensadores más importantes y respetados de su época y ha llegado hasta nuestros días como una leyenda. Y es que ya lo dijo Alexander Pope en su epitafio: “La naturaleza y sus leyes estaban ocultas en la noche; Dios dijo "Que se haga Newton" y se hizo la luz".
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