De
su naturaleza aérea provienen, probablemente, sus dotes musicales y
su atrayente melodía.

En
las antípodas de las edulcoradas sirenas de cuento, los griegos las
imaginaban como repulsivas mujeres-pájaro que no tenían reparo en
lanzarse en picado contra los marineros. Como prueban algunas
cerámicas, exhibían busto de mujer con generosos pechos y enormes
garras. De
su naturaleza aérea provienen, probablemente, sus dotes musicales y
su atrayente melodía.
A
pesar de su aspecto, no
hay que confundirlas con las arpías, también griegas y también
aves.
Las arpías están vinculadas al aire, son de inequívoca naturaleza
maléfica y personifican la fuerza de los elementos. Entre chillido y
chillido espantoso, devoran cuanto encuentran a su paso.
Aún
así, las sirenas no
son tan pacíficas como suele creerse y pueden actuar como peligrosas
hadas de la fatalidad.
Encarnan la tentación, en tanto que criaturas perversas que usan su
mejor arma, el canto libidinoso, para reducir a los hombres. Las
versiones más malintencionadas las describen como antropófogas,
mantis religiosas que, tras hechizar a su víctima, terminan por
engullirla.
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