El
15 de junio de 1215, Juan sin Tierra concedió la Carta Magna, un
precedente de las constituciones modernas.
Juan
I de Inglaterra (1166-1216) ha pasado a la Historia como Juan sin
Tierra debido a su carencia de herencia –por ser el menor de los
hijos de Leonor de Aquitania y Enrique II–
y también por haber perdido los territorios en Francia de su
dinastía, los Plantagenet. Además, el
cine y la literatura lo han consagrado como un malvado absoluto,
reverso de su virtuoso hermano mayor y antecesor en el trono, Ricardo
I o Corazón de León. Pero,
si bien es cierto que ya en vida fue acusado de crueldad, despotismo
e ineptitud militar –esta “cualidad” le valió otro apodo:
Espada Suave–, debe
reconocerse su participación en uno de los grandes hitos del largo
camino de lucha por los derechos humanos: la Carta Magna.
La
Carta Magna o Gran Carta (en latín, Magna
Charta libertatum:
Carta Magna de las libertades) fue la influencia primitiva más
significativa en ese extenso proceso histórico, que condujo a las
leyes constitucionales actuales. En realidad, Juan
sin Tierra se vio forzado a aceptar y firmar el documento, ante los
graves problemas sociales y de política exterior que padecía el
reino, por los miembros de la nobleza anglosajona,
que reclamaban los mismos derechos que los aristócratas normandos
(favorecidos por los Plantagenet, que también lo eran). La Carta fue
elaborada tras tensas y complicadas reuniones y, después de muchas
luchas entre los nobles, sería finalmente sancionada por el Rey en
Londres el 15 de junio de 1215.
Los
63 artículos del texto aseguraban los derechos feudales frente al
poder del rey y protegían otros:
el derecho de la Iglesia a quedar fuera de la intervención del
Gobierno, los de todos los ciudadanos libres a poseer y heredar
bienes, el de las viudas con propiedades a decidir no volver a
casarse, etc. Asimismo, establecían
garantías de igualdad ante la ley y contenían disposiciones que
prohibían el soborno y la mala conducta de los funcionarios. Por
todo ello, la Carta Magna está considerada un precedente de las
constituciones
modernas
–que limitan el poder del rey o presidente a través de un consejo,
senado, parlamento o asamblea– y uno de los documentos legales más
importantes en el desarrollo de la democracia.
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