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¿DE DÓNDE VIENE LA PALABRA PONTÍFICE?

Usada como otra forma de referirse al papa, el término pontífice proviene del latín y el cargo deriva de las autoridades religiosas existentes en los tiempos de Roma.
A los papas, además de por el nombre de su cargo y por el que ellos mismos eligen en el momento de asumir el cargo, se les suele conocer por una amplia variedad de títulos y “apodos”: santo padre, sucesor de san Pedro, cabeza de la Iglesia, vicario de Cristo, obispo de la Iglesia y obispo de Roma, patriarca universal, siervo de los siervos de Dios, primado de Italia, soberano del Estado de Ciudad del Vaticano o Sumo Pontífice. De todos estos nombres, puede que el último sea uno de los que más llame la atención dado que “pontífice” parece un término más próximo al mundo de la ingeniería que al de la religión.
Pontífice es un término procedente del latín pontifex y etimológicamente significa “constructor de puentes”. El uso de este término para referirnos al líder de la Iglesia Católica persigue un significado simbólico en el que el puente del que hablamos seria un puente entre Dios y el hombre, entre el Cielo y la Tierra y el papa sería esa figura o punto de unión que conectaría ambos mundos. Pero lo cierto es que el término no tiene su origen en la religión católica, sino que era empleado en tiempos de la Antigua Roma para designar a los altos sacerdotes y a las personas responsables de vigilar las prácticas religiosas, fueran públicas o privadas. A su líder se le conocía como pontifex maximus y, para diferenciarse de sus homólogos paganos, a los papas se les llamó pontifex summus (sumo pontífice).
Muchos expertos y estudiosos encuentran un nuevo sentido a la metáfora de los puentes en tiempos de Roma, ciudad que se erige junto al río Tíber. Los romanos y etruscos veían en el Tíber a un dios, una fuerza de la naturaleza a la que solo unos pocos elegidos podían vigilar y molestar. Estos elegidos eran formados en las costumbres y designios divinos y se reunían en el Collegium Pontificum, donde rendían cuentas a su líder el pontifex maximus, posición que el propio rey de Roma solía ostentar. El número de pontífices varía a lo largo del tiempo, pasando de seis a dieciséis, y sus funciones van moviéndose desde lo puramente religioso (supervisar las fiestas y ceremonias, manifestar la voluntad o designios de los dioses, etc.) a estar cada vez más influidos por la política y los intereses individuales. Como los pontífices elaboraban el calendario distribuyendo las fiestas y pudiendo añadir o quitar días, se hizo muy común una práctica por la que el año se alargaba o acortaba para mantener o quitar a una persona concreta de su puesto como cónsul. Julio César revirtió este descontrol nombrándose él mismo pontifex maximus y creando el calendario juliano.
Ya en los tiempos del imperio, Octavio Augusto asume el cargo de forma definitiva y también la responsabilidad de elegir a los pontífices que le acompañarían. Esta nueva medida perduraría en el tiempo y asentaría el carácter político del cargo, que poco a poco iría abandonando su aspecto religioso y perdiendo importancia. Con la expansión y legalización del cristianismo, el título de pontifex maximus sería adoptado hasta convertirse en lo que conocemos en la actualidad.

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