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“TODO SOBRE MI MADRE” (1998) DEL CINEASTA PEDRO ALMODÓVAR, UNA VISIÓN UTÓPICA Y TRANSITORIA DEL GÉNERO COMO ALGO INESTABLE, VARIABLE Y SUBJETIVO


FICHA TÉCNICA: 
Título original: Todo sobre mi madre 
Año: 1999 
Duración: 105 min. 
País España 
Dirección: Pedro Almodóvar 
Guion: Pedro Almodóvar 
Música: Alberto Iglesias 
Fotografía : Affonso Beato 
Reparto: Cecilia Roth, Marisa Paredes, Penélope Cruz, Candela Peña, Antonia San Juan, Rosa María Sardá, Fernando Fernándo Gómez, Fernando Guillén, Toni Cantó, Eloy Azorín, Carlos Lozano, Cayetana Guillén Cuervo 
Productora: Coproducción España-Francia; El Deseo / Renn Productions / France 2 Cinema 
Género: Drama. Melodrama. Teatro. Drama social.
Sinopsis: Manuela es una enfermera que vive sola con su hijo Esteban, a quien adora. Esteban es muy cinéfilo y le encanta ver películas en la compañía de su madre, sobre todo 'Eva al desnudo' (o 'Todo sobre Eva', como se titularía en una traducción más fiel del inglés). Para el día del cumpleaños de su madre, Esteban decide invitarla a una noche de teatro viendo "Un tranvía llamado deseo". Los dos adoran la obra, y a la salida del lugar se encuentran con Huma Rojo, la actriz protagonista. Esteban no se lo piensa dos veces y corre tras ella para conseguir su autógrafo. Cruza la calle a toda velocidad y, en ese momento, un coche lo atropella. Manuela presencia, de este modo, la muerte de su propio hijo, pérdida de la que no podrá recuperarse en toda su vida. Poco tiempo después, aún loca de dolor, Manuela viaja a Barcelona en busca del padre de su hijo, una búsqueda que no será fácil, ni tampoco carente de aún más dolores. Manuela, enfermera coordinadora de trasplantes de un hospital, dona el corazón de su hijo y emprende a partir de su pérdida la búsqueda de su latido, primero en el donante que lo recibe y después en un retorno a su propio pasado. El viaje de vuelta la lleva de nuevo a Barcelona, el lugar del que partió diecisiete años atrás con su hijo en el vientre, huyendo de un padre desorientado, al que ahora buscará para contarle su secreto. Agrado, amiga común de aquella época, le ayudará a encontrarlo. En su empeño conocerá a la hermana Rosa, una joven tierna y frágil, con la que rebrotarán sus instintos de madre protectora. Huma Rojo y Nina también se cruzarán en su camino.

Almodóvar conquistó las taquillas de medio mundo, el Oscar, los Goya, Cannes y las alabanzas de millones de espectadores con un relato magistral, duro e intensísimo, que habla sobre la vida, la soledad y la fuerza de los sentimientos.
Perteneciente a la que algunos han llamado su quinta etapa creativa como director, etiquetada como estilizada-vanguardista, Todo sobre mi madre reúne casi todas las inquietudes, pasiones y obsesiones permanentes de su autor: la locura, la transgresión, el amor, el dolor, el sexo, la muerte…
Entre lo simbólico y lo real, lo kitsch y lo intelectual, la frivolidad y el sentimiento Pedro Almodóvar expone a sus seres deseantes, desamparados e impredecibles a la intemperie del destino.


La búsqueda del padre
Todo el cine "femenino" de Pedro Almodóvar no es más que una búsqueda encubierta de la figura del padre. Y Todo sobre mi madre, la más evidente de todas ellas, literal y figuradamente.
La búsqueda real que emprende la madre es una prolongación de la que emocionalmente había emprendido su hijo. Esteban ha vivido bajo la protección y cuidado de su madre desde que nació y ella ha sido su único referente. No ha conocido a su padre. Su madre le ha ocultado la verdad, le ha negado su presencia, su referencia y su imagen.
Decía Freud que no había ninguna necesidad infantil tan poderosa como la del amparo paterno y Esteban, a pesar de la omnipresencia de su madre, ha sentido la ausencia de su progenitor de una forma latente. Su vida está incompleta sin él y siente la necesidad de rellenar ese vacío, de recuperar su figura sea quien sea o como se haya portado con su madre, venciendo la resistencia que ella siempre ha opuesto a revelarle su identidad.
La ausencia de figura paterna le hace sentirse diferente a los demás como deja constancia en su diario: "Mañana cumplo diecisiete años" -escribe el día antes de morir- "pero parezco mayor, a los chicos que vivimos solos con nuestra madre se nos pone una cara especial, más seria de lo normal, como de intelectual o escritor, en mi caso es normal porque además yo soy escritor".
Esa seriedad a la que él alude rezuma también un poco de melancolía y de soledad. Es un muchacho culto y creativo que vive ensimismado en su pasión literaria. La primera vez que aparece en pantalla es escribiendo en su cuaderno de notas y así es como lo vemos casi el resto del tiempo: escribiendo continuamente, mientras cena, en la cama, en la cafetería... Amante de la lectura -se entusiasma cuando su madre le regala Música para camaleones de Truman Capote-, también le gusta que le lean ("léeme algo, como cuando era pequeño"), ver cine, ir al teatro... 
Ha compartido todo con ella. Ante la ausencia de figura paterna, cada cual ha proyectado sus sentimientos, su interés y su placer en el otro, en la adoración del otro, en una peligrosa relación casi edípica, encauzando sus instintos a través de vías divergentes.
El muchacho ha sublimado los suyos a través de la fantasía y la imaginación, encontrando en la literatura una fuente de goce personal y compartido; escribir es su refugio y su amparo. La madre, en cambio, los ha reprimido, anulándose como mujer, en una permanente dedicación al hijo.
La madre es su objeto de adoración, admiración e inspiración. Le entusiasman las dramatizaciones que ella interpreta en el hospital. "Si fueras actriz, yo escribiría papeles para ti", le dice. Y más adelante: "Estoy escribiendo un relato sobre ti".
Mientras ve en televisión All about Eve (Eva al desnudo), el título le inspira y escribe en su bloc de notas "TODO" y después en un plano detalle imposible, "SOBRE"... ¿sobre quién puede ser? Sobre ella, su madre, e indirectamente sobre él, su padre. Escribir todo sobre ella implica conocer lo que oculta, lo que ha suprimido de su vida, de la vida de ambos. La mitad que le falta a la vida de cada uno y que tan bien representa la metáfora de la fotografía rota: "Anoche mamá me enseñó una foto de cuando era joven, le faltaba la mitad. No quise decírselo, pero a mi vida también le falta ese mismo trozo".
Esteban necesita, en este momento de su vida, desplazar sus sentimientos de la madre hacía otros objetos y ese desprendimiento sólo es posible pasando por el conocimiento del padre, que le reclama como regalo de cumpleaños: "Algún día tendrás que contármelo todo sobre mi padre, no basta que me digas que murió antes de que yo naciera". Ella no cree que sea un buen regalo, pero ante su insistencia ("Te equivocas para mí no hay regalo mejor") le promete contárselo todo esa misma noche. El chico la besa, contento, en la mejilla.
Esteban nunca encontrará a su padre porque el destino se lo impedirá y Manuela tendrá que cumplir la promesa hecha a su hijo y emprender la búsqueda en solitario. En este momento el título se reversibiliza.
 
Mujeres, Actrices, Madres
"A Bette Davis, Gena Rowlands, Romy Schneider... A todas las actrices que han hecho de actrices, a todas las mujeres que actúan, a los hombres que actúan y se convierten en mujeres, a todas las personas que quieren ser madres. A mi madre". A todas ellas dedica Pedro Almodóvar su película.
Todas las mujeres de sus películas, y ésta no es una excepción, son extraordinarias, por uno u otro motivo; dignas de admiración y respeto, por los valores que detentan o de los que carecen, por su fuerza o su fragilidad, sus miedos, sus vicios, sus deseos, su tesón o su obstinación... pero sobre todo por su capacidad para hacer que la vida fluya con naturalidad a espaldas de los hombres.
Pedro Almodóvar se inspira para crear este universo femenino en las mujeres que conoció en su niñez, cuando vivía en La Mancha. Veía cómo el hombre "reinaba desde su sillón orejero tapizado de brillante skai, mientras las mujeres eran las que solucionaban realmente los problemas, en silencio, teniendo muchas veces que mentir para ello". Actrices, madres, mujeres todas, fingen, actúan, mienten... para que nada se desajuste, para que todo funcione. Lo hacen por amor.
Las protagonistas de esta película son seis mujeres infelices, seis almas sufrientes, de las cuales cuatro de ellas hacen de actrices (Huma, Nina y, ocasionalmente, Manuela y Agrado), cinco nacieron mujeres, excepto Agrado, no por conversa menos auténtica y las mismas cinco son madres, unas de verdad, como Manuela, Rosa madre y Rosa hija, otra en la ficción, como Huma cuando interpreta a Lorca ("Cuando yo descubrí a mi hijo estaba tumbado en mitad de la calle...") y Nina en ambos roles, como Stella en la función y como ella misma en la realidad. Seis personajes femeninos, como poco, interesantes.
Los hombres que aparecen en la película, en cambio, son seres a la deriva, incompletos, desdibujados. A excepción de Esteban, que es un muchacho maduro y coherente, si no fuera por algún exabrupto innecesario, los tres restantes parecen absurdos, casi surrealistas. El padre de Rosa es un ser ausente e invisible; Mario-Kowalski, un sujeto desdoblado, tan zafio y vacuo en su piel como brutal en su interpretación; y Lola, que "tiene lo peor de un hombre y lo peor de una mujer", es un individuo despreciable. Promiscuo, drogadicto y machista, es un ser casi inclasificable: "No eres un ser humano. Eres una epidemia", le espeta Manuela. Una especie de andrógino inverosímil excesivo y desajustado. 
 
Manuela
Manuela es una mujer generosa, solidaria, inteligente, culta y fuerte. Poseída por una tristeza enquistada es el personaje más intenso de la película. Mujer, actriz y madre, pero fundamentalmente madre. Por serlo renunció a ser mujer y actriz.
Sin embargo, en cierta forma nunca ha dejado de actuar. Fue actriz en su juventud y demuestra su talento tanto en la dramatización que hace en el hospital, como en la representación que hace de Stella sobre el escenario. Pero su mejor interpretación es la que ha hecho ante su hijo.
Cuando Huma le pregunta "¿Sabes actuar?", ella responde: "Sé mentir muy bien... Mi hijo decía que era muy buena actriz". Adora a su hijo, por amor a él miente y le oculta todo sobre su padre, por amor lo ha hecho todo por él. Le ha dedicado la vida. Cuando el chico le pregunta "¿Serías capaz de prostituirte por mí?"; ella le responde: "Yo ya he sido capaz de hacer cualquier cosa por ti". Su amor incondicional de madre ha intentado preservarle del dolor de una realidad imperfecta y difícil, y en su empeño por no dañarle ha construido para él una vida tranquila y feliz, aunque es consciente que incompleta.
Anclada en su faceta como madre, no ha conseguido sobreponerse al dolor del amor frustrado, de su fracaso sentimental y recuperar su posición de mujer deseante; sólo es capaz de vivir proyectando su deseo y su amor en el cuidado del hijo y, por extensión, en el de los demás; de ahí su profesión. Cuando su hijo desaparece, sus instintos de madre la hacen ocuparse de Rosa, primero y posteriormente también de su bebé. 
 
Agrado
Puta y transexual. Mujer por decisión propia y actriz circunstancial, aunque no es ninguna de las dos cosas en ambos roles se desenvuelve con soltura. Castigada por la vida es una superviviente nata, dúctil y maleable, positiva, cariñosa, amiga fiel y con un gran sentido del humor. Ordinaria y directa, desinhibida, romántica y sensible, es un personaje que se ha inventado a sí misma construyendo su vida y su imagen a la medida de su deseo: "Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma".
Su generosidad es una consecuencia de su particular concepción de la existencia, que es hacer la vida agradable a los demás (de ahí su nombre), convicción que la lleva a proyectar su placer, ya sea físico o sentimental, en el placer de los demás y que en muchas ocasiones entrará en contradicción con su deseo.
Se define como auténtica, a pesar de que todo en ella es artificial porque cree que lo verdadero se oculta detrás de la apariencia. 
 
Rosa (hija)
Rosa es una joven de veintiséis años, dulce, ingenua, vulnerable y generosa. De profesión, hermana de la caridad. Perteneciente a la alta burguesía catalana, procede de un hogar desintegrado compuesto por un padre con Alzheimer, por el que parece sentir afecto, pero que la ignora (la enfermedad le ha transformado de protector en un ser ausente y pueril necesitado de cuidados), y por una madre intransigente con la que mantiene una relación crispada y tensa: "No puedo con mi madre, me pone mala", le confiesa a Manuela y se aferra a ella porque es lo más parecido a una madre que conoce.
La actitud religiosa de Rosa es una derivación del desamparo familiar que sufre y especialmente (volviendo a Freud) por la nostalgia del padre que aquel suscita "tanto más cuanto que ese sentimiento es reanimado sin cesar por la angustia ante la omnipotencia del destino".
Su sentimiento de soledad y abandono se proyecta en el cuidado de los demás, una dedicación que su madre le reprocha y que ella intenta justificar como si fuera una obligación: "Mamá, mi trabajo es ayudar a la gente aunque acabe de conocerla". No dice: mi deseo, mi voluntad... sino mi trabajo. Sus palabras transparentan la inseguridad de su elección.
Monja sin convicción, su vocación es un refugio, la proyección de una huída desesperada hacía el abismo, primero del sexo, después de la enfermedad y finalmente de la muerte.

Huma Rojo
Es una gran actriz, una señora de la escena, que como mujer revela una vida infeliz, solitaria y vacía: "Humo es lo único que ha habido en mi vida", afirma. Parece desencantada de todo y ni el éxito la consuela: "El éxito no tiene sabor ni olor y cuando te acostumbras es como si no existiera".
Su actitud altiva de diva se resquebraja en cuanto se despoja de la máscara de actriz. No obstante, nunca lo hace del todo. Su vida es una mezcla confusa de roles, en la que el espíritu de sus personajes, instalados en ella, le proporcionan una equilibrada simbiosis entre ficción y realidad. "Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos", le dice a Manuela, cuando ésta se ofrece a ayudarla, frase que su personaje de Blanche Dubois pronuncia en la obra que interpreta.
Su vida amorosa es un fracaso y, aunque está muy enamorada de Nina, a la que cuida y protege, el sentimiento no es recíproco y pronto volverá a estar sola con sus personajes, la auténtica esencia de su vida, a imitación de los cuales ha forjado su personalidad: "Empecé a fumar por culpa de Bette Davis, por imitarla, a los dieciocho años ya fumaba como un carretero, por eso me puse Huma…".

Nina
Drogadicta y actriz. Interpreta a Stella en la función de Tennesse Williams. Amante de Huma, es una mujer desorientada, autodestructiva, insegura, inestable y con muy mal carácter. "Nina odia a todo el mundo -dice Huma de ella-, incluidas ella y yo".
Desconfiada y negativa, al final parece encontrar un camino alternativo a la infelicidad en una vida familiar tradicional. 
 
Rosa (madre)
Rosa es el polo opuesto a Manuela. La representación perfecta de lo que no es una madre. Entre el trabajo de pintora como falsificadora de "chagall" y el cuidado de su marido enfermo, apenas ve a su hija. Nunca ha conseguido comunicarse con ella y su desentendimiento y sus desencuentros las han ido alejando. Se compadece de sí misma y culpa a su hija de su ineptitud maternal: "No sé qué es lo que he hecho mal con Rosa", confiesa a Manuela, "desde que nació fue como una extraterrestre".
La relación entre ambas es hiriente, dura y seca. La madre no comparte la actividad de su hija y no pierde ocasión para reprochárselo: "Cualquier puta, cualquier salvadoreño es más importante que tu padre y que tu madre. En vez de ir al Salvador deberías ir a un psiquiatra". La hija tampoco se calla: "Sí, no nos vendría mal a ninguna de las dos" (respuesta en la que exhibe, de nuevo, su extravío y su desamparo).
Intenta mostrarse condescendiente cuando se entera del embarazo de su hija y va a verla a casa de Manuela para ofrecerle su ayuda, pero la muchacha la rechaza. Madre: "Rosa no sé que hacer, ¿qué esperas tú que haga?". Hija: "Nada". Madre: "¿No esperas nada de mí?". La distancia que las separa ya es insalvable.
Se avergüenza de su nieto cuando nace y le pide a Manuela que se quede con él, pero dos años sin verle la harán cambiar radicalmente de actitud. 
 
La poética del llanto
"Sólo las mujeres que han lavado sus ojos con lágrimas pueden ver con claridad" (refrán griego).
El llanto de las mujeres es otra de las señas de identidad de su cine. A Pedro Almodóvar le gusta ver llorar a sus actrices: "Para mí, no hay mayor espectáculo que ver llorar a una mujer, a una actriz quiero decir, reconozco haber tenido la suerte de que me llorasen las mejores y cada una lo ha hecho de modo distinto. ¡No hay ruidos tan personales como la risa y el llanto!", ha dicho al respecto.
El llanto actúa como catarsis de la pena infinita, del sufrimiento contenido que anida en el alma de sus personajes femeninos, torturados por el dolor. En Todo sobre mi madre, aunque casi todas lloran o parecen estar a punto de hacerlo en un determinado momento de la película, el llanto catártico, como desahogo del dolor incontenible, sólo arrastra a Manuela y, en menor medida, a Rosa hija. Su llanto es la expresión del más intenso, desconsolado y doloroso de los lamentos: el de una madre por su hijo.
Ambas lloran por sus hijos: una por el que ha perdido, la otra por el que ha de venir. El llanto de Manuela es desgarrador en el momento del accidente de su hijo. Sus lágrimas se mezclan con la lluvia, que actúa en distintos niveles significativos como metáfora del llanto desesperado, desbordado e inconsolable, contrasímbolo de la fertilidad material, purificadora espiritual y representación velada de la muerte.
La muerte de un hijo es la peor de las muertes para una madre. El dolor de Manuela se desplaza al dolor de todas las madres que han visto "la sangre de sus hijos derramada por el suelo" (como recita Huma), y, por extensión, al de la Madre de Dios, que las representa a todas.
En el subconsciente de los cristianos, el dolor de Manuela por su hijo es un desplazamiento del que siente la Virgen María por el suyo. La iconografía cristiana ha reproducido ese dolor con insistencia, materializándolo sobre todo en la imaginería religiosa popular, en las que el rostro lacrimoso de la virgen dolorosa actúa como catalizador del sufrimiento de todos los creyentes y, por extensión, del de todas las madres.
Pedro Almodóvar utiliza frecuentemente la iconografía cristiana en sus filmes, deudora del sentimiento trágico de la vida y la tradición religiosa popular que subyace en el pueblo llano y que conoce desde su infancia. Las estampas de vírgenes, mártires y santas/os, altares, bustos religiosos, cruces... de regusto kitsch, proliferaban en las casas de la España profunda de la intracultura y en sus películas (Volver, La ley del deseo, Los abrazos rotos...) adquieren una intencionalidad estético-patética de la existencia, tan controvertida y crítica como devota.
En Todo sobre mi madre, la inquietud religiosa de Almodóvar no se expresa estéticamente a través de iconos gráfico-escultóricos, sino que adquiere corporeidad y se personifica en la figura de la hermana Rosa, manifestación herética de la pureza virginal, la castidad y la verdadera vocación. Pecadora y mártir por todo ello. 
 
Lo kitsch
No existe una definición precisa para definir lo kitsch. El concepto de kitsch se asocia a lo imitativo, superficial, de baja calidad, serializado, popular, democrático, acomodaticio, fácil, pretencioso, sentimental, demodé, realista, anti-estético y anti-intelectual... La negación de la creación artística y del gusto. En definitiva, la franca trivialidad, lo seudoartístico.
El término empezó a utilizarse en el arte alemán entre los años 1860 y 1870, en los círculos artísticos de Munich, para definir un arte barato y de fácil comercialización. Pero fueron los teóricos Clement Greenberg, Hermann Broch y Theodor Adorno, quienes popularizaron el término en los años treinta del pasado siglo intentando definir lo kitsch como lo opuesto al concepto de vanguardia.
Veían en él un peligro para la cultura y Adorno lo veía, además, como parodia de la catarsis y de la conciencia estética. Un arte incoherente, estancado, objetivo, producto del mercado y de la pasividad consumidora y consumista del espectador, todo lo contrario de lo que él consideraba el verdadero arte: cambiante, subjetivo y contrario a las estructuras del poder.
El arte serio y elitista siempre lo ha despreciado y los movimientos que lo han incorporado han tenido que justificar su posición ante él. El arte pop incorporó la estética de lo kitsch a su repertorio, rescatando el objeto de consumo como elemento desmitificador, irónico y crítico con la sociedad de consumo. Posteriormente, en los años ochenta, el postmodernismo volvió a diluir la barrera que lo separaba del arte y actualmente el arte conceptual ha desvirtuado su significado al presentarlo, a veces, como respuesta. La polémica en torno a su asimilación sigue viva.
Todo el cine de Pedro Almodóvar está impregnado de este regusto por lo kitsch, desde sus inicios. Fuertemente arraigado en su personalidad, en un principio actuaba también, como forma contracultural ante la ética cool y la estética yuppie/minimal de los años ochenta, pero con el paso del tiempo, licuado de vasallajes, se ha convertido en una de sus señas de identidad.
La presencia de lo kitsch en Todo sobre mi madre trasciende lo puramente estético, sin renunciar a ello, para manifestarse en la definición de algunos personajes.
El más evidente de los cuales es el de Agrado. Todo en ella es kitsch, su naturaleza transexual, su vida (camionero antes que puta), su apariencia física ("Yo lo único que tengo de verdad son los sentimientos y los litros de silicona que me pesan como quintales"), su lenguaje irreverente, basto y obsceno, su forma de vestir (Channel de imitación), sus gustos ("revistas de los 70, que es donde yo me inspiro"), su obsesión por hacerse hipervisible (monólogo)... y, por supuesto, su casa, que situada en un entorno modernista es una auténtica mezcla de objetos de dudoso gusto y baja calidad, de distintos estilos y procedencias (lámparas de diseño, mesas de formica o con hule, estanterías rústicas, floreros, adornos inútiles...).
El otro personaje kitsch es el de Lola, patético e inverosímil, su aspecto, su personalidad, sus lágrimas... son la pseudorepresentación atrofiada de los instintos, los deseos, los sentimientos y el gusto. Nada en ella es auténtico. Sólo la máscara.
En el piso de Manuela también encontramos resonancias demodé en la decoración y en el papel pintado años setenta que cubre las paredes. 
 
Referencias y homenajes
Las referencias cinéfilas, teatrales o literarias son continuas en toda la película. La más evidente de las cuales es la que le inspiró el título original, en inglés, de la película de Joseph Leo Mankiewicz, Eva al desnudo, que no tarda en hacer su presencia en los primeros minutos de la cinta.
Mientras Manuela y Esteban cenan, comparten la proyección en televisión de All about Eve, que inicia una discusión sobre la importancia de realizar, o no, la traducción literal de los títulos en inglés. Aparte de inspirar a Esteban el título de su relato, la secuencia en la que Margo Channing (Bette Davis) reniega de los admiradores y cazadores de autógrafos presagia la escena en la que Esteban demandará el suyo a Huma, con fatal desenlace. Otra alusión a la película se produce cuando Nina compara a Manuela con Eva Harrington al enterarse de que aquélla la ha sustituido en la obra.
El otro título constante y reincidente es Un tranvía llamado Deseo. La obra de Tennesse Williamns, conduce la narración y sirve de anclaje a todos los personajes (excepto a la familia de Rosa), que de una u otra manera se verán afectados por ella.
También son importantes las referencias a Lorca, los guiños a Capote, a Boris Vian, la mención a Cómo casarse con un millonario... y el homenaje a actrices como Bette Davis, Gena Rowlands en Noche de estreno o Romy Schneider en Lo importante es amar.

Temas de la película
Todo sobre mi madre tiene su origen en el personaje de Manuela, interpretado por Kiti Manver en La flor de mi secreto. En aquélla como en ésta, Manuela es una enfermera que participa en las dramatizaciones que se hacen en la sección de trasplantes del hospital. En ella se simulaba el caso de una madre a la que se le comunicaba la muerte de su hijo.
A partir de esta pequeña secuencia, el director se dio cuenta de que a la hora de dramatizar "a las mujeres les salía mejor que a los hombres" y empezó "con la idea de hacer una película en la que se mostrara la capacidad de actuar de algunas personas que no son actores".
Se centró especialmente en la actuación femenina y en lo que de ella se derivaba: la capacidad de la mujer para fingir, para mentir, para ocultar. Y encontró un amplio abanico de posibilidades: una madre que miente a su hijo, una hija que finge ante su madre, una actriz que interpreta para camuflarse, una puta que actúa para agradar/complacer al otro...
Creía Lorca que España era un país de buenas actrices y se pregunta Almodóvar sí sería por la capacidad de la mujer española para mentir, para sufrir en silencio haciendo frente a la adversidad, para fingir sin que nadie lo note.
Esa idea conductora derivó en los temas principales de la película: el dolor maternal, la solidaridad y la generosidad femenina; y, subsidiariamente en la insatisfacción, la soledad, el destino, la muerte... y el omnipresente deseo.
Aunque con distinto grado de dedicación y generosidad, todas excepto Nina proyectan su deseo en la felicidad de los que les rodean: el hijo (Manuela), el marido (Rosa madre), la amante (Huma), los clientes (Agrado),o los necesitados (Rosa hija). Manuela además actúa como confidente y protectora de todas ellas. Su fuerza para soportar el dolor propio y el ajeno proviene de su amor incondicional de madre. 
 
Lo real y lo inverosímil
Lo real se construye a medida que acontece sin perturbar su esencia al ser representado mediante lo imaginario. Capaz de crear empatía con la misma facilidad en un espectador adicto o estereotipado, Almodóvar pervierte la realidad sin comprometer su verosimilitud en una perfecta articulación de elementos naturalistas (cómico-dramáticos) y simbólicos en los que lo sublime y lo superfluo, lo íntimo y lo excesivo, lo obsceno y lo sacro, constituyen un modelo de realidad alternativa, compatible o reversible, de apariencia desleal con la ortodoxia al uso, pero perfectamente incardinada en su particular percepción del alma humana y del individuo contemporáneo.
Aunque plagada de referencias más o menos cultas, Todo sobre mi madre no es una película dirigida al intelecto, a la razón, sino a los sentimientos y sus signos, exhibidos sin pudor para impactar directamente en el corazón de la cultura cool, desapasionada, vulnerable e indiferente de la posmodernidad, consiguiendo compatibilizar forma y contenido, risa y llanto, con habilidad naturalista a pesar de su artificiosidad.
Y si lo real fracasa tampoco importa, ¿quién lo necesita hoy?

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