El
color magenta recibió su nombre en alusión a la sangre derramada en
la batalla de Magenta (Italia), que tuvo lugar el 4 de junio de 1859.
En esta época, químicos franceses habían iniciado la creación de
colorantes artificiales.
El
4 de junio de 1859, las tropas francopiamontesas de Napoleón III,
comandadas por el mariscal Patrice McMahon, derrotaron a las fuerzas
austríacas en una importante batalla en la ciudad italiana de
Magenta, obligándolas a abandonar la región de Lombardía.
McMahon
fue nombrado duque de Magenta debido a esta victoria. Más tarde
llegó a ser presidente de la IV República Francesa. La batalla de
Magenta, que dejó 9.700 muertos y 4.600 desaparecidos, fue un paso
importante hacia la unidad italiana.
El
nombre de esta ciudad lombarda es muy antiguo: proviene del general
romano Marcus Maxencius, quien estableció allí su cuartel, que se
llamó Castra Maxencia, en el siglo IV a. de C.
Poco
después de la batalla de Magenta, se descubrió una tinta de
anilina. Aunque este hallazgo no tenía ninguna relación con la
contienda bélica, por el solo hecho de haber ocurrido en forma casi
contemporánea, y dado que la victoria era tan comentada, se dio el
nombre magenta al color de la nueva anilina. El tinte de
aspecto rojo amoratado conseguido aquel año evocaba el color de la
sangre derramada sobre los uniformes azules de los soldados. Así se
le dio el nombre de magenta al color en memoria del triunfo
alcanzado con su sacrificio en los campos de aquella ciudad. Sin
embargo, muchos prefirieron llamarlo fucsia en lugar de magenta, en
alusión a la flor del mismo nombre y color, así denominada en
homenaje al botánico alemán Leonhard Fuchs (1501-1566), su
descubridor.
El
magenta o fucsia no es un color espectral, o sea, no se define
mediante una única longitud de onda sino que se compone de una
mezcla en partes iguales de rojo y celeste; es, por tanto,
complementario del verde.
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