MIL SOLES ESPLÉNDIDOS de Khaled Hosseini.
[Título original: A thousand splendid suns]
Narra
la vida de dos pobres desgraciadas en un país de locos, donde las revueltas por hacerse con el poder se dan un día sí y otro también,
y donde los intereses de las grandes potencias van y vienen
despreocupándose de las vidas de los residentes de la manera más
vil que nos podemos imaginar. En este contexto viven Mariam y Laila,
dos niñas con cierta diferencia de edad y procedencia, pero con las
mismas ansias de vida y cuyas existencias se van a entrelazar
trágicamente. Poco a poco la supervivencia les hace ver que no es
fácil ser mujer en Afganistán, y que sus vidas valen menos de lo
que pueden suponer. Sus insufribles vidas se ven aún más masacradas
con la llegada de los talibanes y cada posible salida a su situación
no es sino un pozo en el que van a caer cada vez más sin poder
atisbar una mínima salida a su existencia. Sólo el amor, el
sentimiento de un amor auténtico o ficticio, será lo que les dé
oxigeno para esas travesías que son sus penosas vidas.
El
autor, sin embargo, nos pone una pequeña nota de optimismo al final
de la lectura, que es de agradecer, pero nosotros, al igual que él,
sabemos que eso es irreal, que es la nota de ficción que nos regala
para poder seguir viviendo y observando ese mundo lleno de
perturbados visionarios y que, tal y como vemos en las últimas
noticias, no tiene una clara salida posible.
Esta
frase, que resume la visión que da una madre afgana a su hija acerca
de lo que es un hombre en Afganistán puede hacer ver perfectamente a
Occidente el momento que atraviesa cualquier mujer en ese país:
“Como
la aguja de una brújula apunta siempre al Norte, así el dedo
acusador de un hombre encuentra siempre a una mujer. Siempre.
Recuérdalo, Mariam”.
(Mil soles espléndidos, página 333)
(Mil soles espléndidos, página 333)
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