Se llamó así, en el folclore americano surgido de la conquista del Oeste, a las historias inverosímiles que contaban los pioneros.
Aunque
la tradición de los tall
tales
no es exclusiva de Estados Unidos–también se dio en Australia o en
la frontera canadiense–, tuvo allí un mayor arraigo que en ningún
otro lugar del mundo anglosajón, tal vez porque fue
uno de los elementos que contribuyeron a la masiva expansión hacia
el Oeste y la conquista de sus territorios a mediados del siglo XIX.
Así, uno de los atractivos que impulsaron
a las familias de pioneros a dejarlo todo atrás
para emprender un largo e incierto viaje en busca de una vida mejor
fueron, precisamente, las fantásticas historias que se contaban
sobre aquellos lugares ignotos, donde, se decía, no existía el
hambre ni las enfermedades, el clima era benigno todo el año y había
riqueza para todos.
Por
ejemplo, circulaban tall
tales
sobre un
muerto que había resucitado al ser llevado a California;
sobre un lugar en el que los cerdos corrían por el campo ya asados y
con los cubiertos clavados en el lomo; sobre vaqueros
que "cazaban" tornados a lazo y los domaban cabalgando
sobre ellos (ilustración de este artículo),
etc. El origen de estas historias se asocia a las reuniones al calor
de las hogueras nocturnas de los primeros vaqueros, tramperos y
exploradores, que competían entre sí por ver quién contaba la
mayor fanfarronada. Luego, la
tradición oral se encargaba de transmitir estos cuentos,
exagerándolos cada vez más, y muchos acababan siendo recogidos por
la incipiente
literatura wéstern.
Uno
de los contadores de tall
tales
más renombrados fue Jim Bridger (1804-1881),
un hombre de la frontera, trampero y guía que se hizo famoso por ser
el primer
occidental en alcanzar el Gran Lago Salado.
Algunas de las historias que relató Bridger tenían una base real;
por ejemplo, todas las relacionadas con las maravillas naturales que
halló a su paso por lo que hoy es el Parque
Nacional de Yellowstone:
los géiseres,
entonces nunca vistos, o los árboles
petrificados
(aunque él puso de su cosecha que en el bosque petrificado había
aves también petrificadas, que aun así cantaban). Otras, las más,
salieron directamente de su imaginación.
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