Su
pasión por desvelar los misterios de la civilización egipcia le
llevó a especializarse en lenguas orientales.
A
partir de 1821-22 consiguió descifrar la escritura jeroglífica,
partiendo de textos copiados por viajeros y por los arqueólogos que
habían acompañado a Napoleón en su expedición a Egipto
(1798-1802); pero la pieza clave fue la llamada piedra de Rosetta,
un monolito de basalto negro de la época de los Ptolomeos,
descubierto en el delta del Nilo por la expedición napoleónica en
1799. La piedra contenía el mismo texto inscrito en caracteres
griegos, demóticos y jeroglíficos, de manera que, a partir de los
dos alfabetos conocidos, pudo descifrar el tercero. Desde entonces se
considera a Champollion el padre de una nueva especialidad
científica, la egiptología.
Dejó
su antiguo puesto de profesor de Historia en Grenoble para viajar por
Italia, comisionado por Carlos X, para inspeccionar colecciones de
antigüedades egipcias (1824-26); luego fue conservador del
departamento egipcio en el Museo del Louvre (1826); se le encomendó
la dirección de una expedición arqueológica a Egipto en 1828-30; y
se le otorgó una cátedra en el Colegio de Francia (1831). Después
de su muerte se publicaron los importantes trabajos que tenía
preparados sobre la lengua y los monumentos del Egipto faraónico.
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